No sabía si llorar o seguir las recomendaciones de mi babalawo personal: caminar de espaldas hacia el mar y darme un despojo. Una vez más, estaba al borde de un colapso.
Les cuento. Pasé por psiquiatria municipal, que es lo menos que una puede hacer, visitar a una de mis, nuestras conocidas cuando están en crisis. Conocidas. Nunca fuimos amigas. Visité a la Pepita Alers.
Cuando llego a psiquiatría municipal, me encuentro con que la Pepita está participando en unos talleres de escritura que supuestamente le sirven para mejorar su salud mental. Fine, so far, my dears. Todas vamos a terapias de todo tipo, y si psiquiatría municipal puede ofrecer esos servicios, pues que se beneficie la Pepita de los mismos.
Lo que me llevó donde el babalawo fue el texto que escribió la Pepita para una de sus sesiones. Junto a su profesora de escritura de memorias (una nena de esas que visten con sandalias, se ponen muchos collares y pulseras de camándulas, faldas largas y blusas con muchos volantes, una súper étnica vestida tipo lelolai), me pidió que leyera y le diera mi opinión de su ouvre. Se lo incluyo y ustedes me dejan saber qué piensan de las memorias de Pepita y, de rigor, qué piensan de mi respuesta.
"Mi nombre es Guanina Sotomayor Smith. Descendiendo de una de las más rancias familias de esta hermosa isla de los encantos; familia cuyo apego a esa tierra, cuya importancia histórica no necesita explicaciones.
Desciendo de nuestros primeros pobladores, de nuestros hidalgos antepasados, sangre de nuestros más majestuosos mártires, hija de todos nosotros. Soy hija del Caribe. Soy hija de todas las Américas.
Mi familia, la familia Sotomayor, se ha destacado en distintas facetas de la vida en ese hermoso país, en esa isla de los encantos. Y, ¿dónde es que nuestro apellido ha quedado para siempre grabado? En la ropa.
Comenzamos las empresas durante los primeros momentos de la llegada de la civilización europea a Puerto Rico. Como es harto conocido, en aquel entonces, el nombre de la familia era Sotomayor Bana, sí, Bana de los de Aguey Bana, luego Sotomayor Ponce de León, luego Sotomayor Ramírez de Arellano, luego Sotomayor Barceló, luego Sotomayor Ferré y hoy Sotomayor Smith.
Comenzó esa gesta empresarial durante los inicios de aquel proceso histórico que todo el mundo conoce. Comenzó cuando el hijo de esos dos héroes y mártires de nuestra historia, Guanina Bana y Diego Sotomayor, decidio superar la crisis, la orfandad. Sí, sé que pocos conocen la historia del hijo de Guanina y Diego. Se las cuento.
Después de la repentina muerte de mis antepasados, su hijo Dieguito, al quedar huérfano, se educa en el colegio de los Jesuitas en Caparra. Una vez completó sus estudios de catecismo, latín y gramática, se muda a la que en aquella época era nueva, hoy viejo San Juan, y allí comienza su primer negocio de importación de tejidos y exportación de naguas, casándose más luego con una de las hermanas Ponce de León; la hermana más pequeña del gran idealista y soñador, don Juan Ponce de León.
Con la boda de Dieguito y Juana Ponce de León desaparece nuestra relación con las pocas familias arahuacas que quedaban en el país, y se fundamentaron las bases de nuestros vínculos sanguíneos y comerciales con las familias antes mencionadas.
Han sido los tejidos, los encajes, el mundillo, el calado, el tru tru, durante toda nuestra historia, los mejores representantes de nuestra identidad y desarrollo histórico como pueblo. Desde las fibras naturales hasta las sintéticas; desde los pequeños talleres hasta las grandes y poderosas fábricas que hoy pueblan nuestro país; desde las humildes costureras de pueblo y campos hasta los grandes y poderosos empresarios, mi familia ha participado en el quehacer económico-cultural, adaptándonos a los vaivenes de cada época y cada situación que lo amerite.
El progreso y el cambio han sido el lema que nos caracteriza. Y hasta el sol de hoy, los Sotomayor continúan participando en el desarrollo y transformación de la cultura puertorriqueña, no sólo a través de escritores y políticos o vinculándose a las mejores familias del país y extranjeras, sino a través de los negocios, particularmente, la ropa."
Mis darlins, seguí los consejos del babalawo, me fuí a las playas de Dorado, y cuando salí de las hermosas, cristalinas, tibias y turquesas aguas, ¡eureka!, vi la luz que nos guía y nos hace triunfar, tuve una revelación divina, divina, divina. Vamos a invertir en un negocio de confección y venta de ropas con motivos étnicos. Clientes hay por montones. Lo étnico vende. El nombre de la empresa: Modas Guanina.
Espero su opinión, besos,
Lulú
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