Monday, May 25, 2015

Teorías para blogueros: garabatos, controles, grafitólogos

Teorías para blogueros: Garabatos, controles, bailes y grafitólogos

El garabato, además de haber sido un baile muy popular durante una época muy atormentada en el Puerto Rico del componte, es fundamento del signo impreso. Es la letra y el número en sus etapas fetales. Ferreiro, Teberosky, Torres y otros (gugleen sus bibliografías), demuestran y comprueban a través de sus investigaciones cómo los individuos construyen, elaboran sus ideas sobre los signos, las funciones y nombres de los mismos, siendo el garabato la primera etapa en esa evolución. Unos de los primeros intentos que hacen los escribanos en potencia es definir conceptualmente la frontera que separa eso (un garabato) del dibujo.

Le dan a un chico unos lápices y papeles en blanco. "Haz algo": le dicen. El chico hace un dibujo, muy típico, de bolitas y palitos, y debajo escribe un garabato. La investigadora señala al dibujo y le pregunta:"¿Qué es eso?". Muy seguro de sí mismo, contesta: "El payaso".

"¿Es un payaso o es una bolita y un palito?", pregunta la investigadora. El chico cruza los brazos, como diciendo, exclamado en sus interiores: "¡Pero será tonta la maestra!, y responde sin titubeos: "Es un payaso". Mueve su dedo la investigadora y señala hacia el garabato: "¿Y esto qué es?".

El chico: "Cincos".
Investigadora: "¿Dicen algo los cincos".
El chico: "Sí".
Investigadora: "¿Qué dicen?".
El chico: "Cuatros".

No queda duda de que los chicos evolucionan y, a pesar de los horrores que cometen los adultos, se mueven hacia una comprensión y producción de la lecto-escritura más allá de la primera etapa. Luego, muchos se estancan, no porque no puedan crecer conceptualmente, sino porque los libros programados, la imposición de normas y conceptos pre-digeridos descartan por completo las particularidades que cada uno de ellos lleva y usa frente a los signos.

El joven de unos dieciseis años quería aprender a leer y escribir, y por esa razón llegó hasta el el proyecto de alfabetización que existía por allá por los noventas del siglo pasado en CCNY. Por razones que no recuerdo, María, una estudiante puertorriqueña de maestría lo trajo hasta mi oficina. Su historial delictivo y escolar era un desastre.

La brillante cara y deseos de aprender del que fue categorizado como "desertor escolar" tienen que haber sido parte de los motivos que llevaron a María a tomar un interés muy especial en ayudar a aquel adolescente. Otras razones que pudieron servir de estimulo para que María fuese más allá de enseñar a leer y escribir -como usualmente ocurre con los muy programados maestros-, podían ser vinculadas a su trayectoria como estudiante. Llegó de Puerto Rico durante su adolescencia, trabajó como obrera, estudió de noche, se graduó de un desprestigiado  "community college", terminó sus primeros cuatro años en el "CCNY Bilingual Education Program", se licenció como maestra, y continuó sus estudios hasta terminar una maestría en pedagogía y educación primaria. Por aquella época cuando era mi estudiante, seguía viviendo en los "proyectos" residenciales del Barrio Latino de NYC.

Durante la entrevista, descubrimos que el muchacho grafiteaba y creaba todo tipo de símbolos por cuanta pared había en el Bronx.  Usando las fotos tomadas por María y el artista garabatoso, comenzamos un proceso marcado por el continuo dialogo, siguiendo el modelo propuesto por Ferreiro.

Poco a poco, el joven tan lleno de vida y deseos aprendió a leer y escribir; superó su relación simbiótica con su garabatos. María lo ayudó a que encontrara las diferencias en los signos que él producía, las nombrara; y que pudiese armar y reorganizar los nuevos, muy estandarizados garabatos. Incluso, recuerdo que María, quien sabía que el joven vivía arrimado con unos parientes, hasta lo invitaba a su casa para que él compartiera con los hijos y esposo de la muy consciente, inteligente y comprometida maestra.

Otra maestra novata, Luisa, interesada en aplicar el modelo, fundamentado en las ideas de Jean Piaget, escribió un signo en la pizarra, y preguntó: "¿Qué escribí?". Los chicos súper rápidos contestaron: "La pizarra". Por suerte, la maestra, al darse cuenta que su pregunta no cumplía con el propósito y fundamentos del método propuesto, la reformuló para poder así investigar si los chicos distinguían entre números, letras y dibujos; y si conocían los nombres, y las funciones de cada uno de los signos, grafías, garabatos.

Muy parecido todo esto a la respuesta que dio el gran maestro de las letras, García Márquez, cuando le preguntaron sobre la gramática. Contestó algo así: que él no sabía cómo se llamaban, pero que sabía escribirla.

Que se llamen garabatos, letras, significantes, palabras, verbos  y para qué se usan es cuestión de adultos, incluyendo llamarle así al baile de "enantes", el de la época cuando también se puso de moda el componte. Aunque el baile del garabato ya nadie lo conoce, el componte sigue por ahí -o se comportan o ya sabrán lo qué van a tener que escribir y leer- , pero ese es otro cuento más difícil de descifrar o elaborar.







Teorías para blogueros: Garabatos, controles, bailes y grafitólogos

El garabato, además de haber sido un baile muy popular durante una época muy atormentada en el Puerto Rico del componte, es fundamento del signo impreso. Es la letra y el número en sus etapas fetales. Ferreiro, Teberosky, Torres y otros (gugleen sus bibliografías), demuestran y comprueban a través de sus investigaciones cómo los individuos construyen, elaboran sus ideas sobre los signos, las funciones y nombres de los mismos, siendo el garabato la primera etapa en esa evolución. Unos de los primeros atentos que hacen los escribanos en potencia es definir conceptualmente la frontera que separa eso (un garabato) del dibujo.

Le dan a un chico unos lápices y papeles en blanco. "Haz algo": le dicen. El chico hace un dibujo, muy típico, de bolitas y palitos, y debajo escribe un garabato. La investigadora señala al dibujo y le pregunta:"¿Qué es eso?". Muy seguro de sí mismo, contesta: "El payaso".

"¿Es un payaso o es una bolita y un palito?", pregunta la investigadora. El chico cruza los brazos, como diciendo, exclamado en sus interiores: "¡Pero será tonta la maestra!, y responde sin titubeos: "Es un payaso". Mueve su dedo la investigadora y señala hacia el garabato: "¿Y esto qué es?".

El chico: "Cincos".
Investigadora: "¿Dicen algo los cincos".
El chico: "Sí".
Investigadora: "¿Qué dicen?".
El chico: "Cuatros".

No queda duda de que los chicos evolucionan y, a pesar de los horrores que cometen los adultos, se mueven hacia una comprensión y producción de la lecto-escritura mas allá de la primera etapa. Luego, muchos se estancan, no porque no puedan crecer conceptualmente, sino porque los libros programados, la imposición de normas y conceptos pre-digeridos descartan por completo las particularidades que cada uno de ellos lleva y usa frente a los signos.

El joven de unos dieciseis años quería aprender a leer y escribir, y por esa razón llegó hasta el el proyecto de alfabetización que existía por allá por los noventas del siglo pasado en CCNY. Por razones que no recuerdo, María, una estudiante puertorriqueña de maestría lo trajo hasta mi oficina. Su historial delictivo y escolar era un desastre.

Su brillante cara y deseos de aprender tienen que haber sido parte de los motivos que llevaron a María a tomar un interés muy especial en ayudar a aquel adolescente. Otras razones que pudieron servir de estimulo para que María fuese más allá de enseñar a leer y escribir como los muy programados maestros, se encuentran en su trayectoria como estudiante. Llegó de Puerto Rico durante su adolescencia, trabajó como obrera, estudió de noche, se graduó de udesprestigiado  "community college", terminó sus primeros cuatro años en el "CCNY Bilingual Education Program", se licenció como maestra, y continuó sus estudios hasta terminar una maestría en pedagogía y educación primaria. Durante la época cuando era mi estudiante seguía viviendo en los "proyectos" residenciales del Barrio Latino de NYC.

Durante la entrevista, descubrimos que el muchacho grafiteaba y creaba todo tipo de símbolos por cuanta pared había en el Bronx, y usando las fotos tomadas por María y el artista garabatoso, comenzó un proceso marcado por el continuo dialogo, siguiendo el modelo propuesto por Ferreiro. Poco a poco, el joven tan lleno de vida y deseos aprendió a leer y escribir; superó su relación simbiótica con su garabatos. María lo ayudó a que encontrara las diferencias en los signos que él producía, las nombrara; y que pudiese armar y reorganizar los nuevos, muy estandarizados garabatos. Incluso, recuerdo que María, quien sabía que el joven vivía arrimado con unos parientes, hasta lo invitaba a su casa para que él compartiera con los hijos y esposo de la muy consciente, inteligente y comprometida maestra.

Otra maestra novata, Luisa, interesada en aplicar el modelo, fundamentado en las ideas de Jean Paiget, escribió un signo en la pizarra, preguntó: "¿Qué escribí?". Los chicos súper rápidos contestaron: "La pizarra". Por suerte, la maestra más interesada en indagar sobre los conocimientos de los chicos, reformuló la pregunta y por ende conocer lo que deseaba investigar: si los chicos distinguían entre números, letras y dibujos; si conocían sus nombres, y las funciones de cada uno de los mismos. Pues muy parecido todo esto a la respuesta que dio el gran maestro de las letras, García Márquez, cuando le preguntaron sobre la gramática. Contestó algo así: que él no cómo se llamaban, pero que sabía escribirla.

Que se llamen garabatos y para qué se usan es cuestión de adultos, incluyendo llamarle así al baile de enantes, el de la época cuando también se puso de moda el componte. Aunque el baile del garabato ya nadie lo conoce, el componte sigue por ahí -o se comportan o ya sabrán lo qué van a tener que escribir y leer- , pero ese es otro cuento más difícil de descifrar o elaborar.



Teorías para blogueros: Garabatos, controles, bailes y grafitólogos

El garabato, además de haber sido un baile muy popular durante una época muy atormentada en el Puerto Rico del componte, es fundamento del signo impreso. Es la letra y el número en sus etapas fetales. Ferreiro, Teberosky, Torres y otros (gugleen sus bibliografías), demuestran y comprueban a través de sus investigaciones cómo los individuos construyen, elaboran sus ideas sobre los signos, las funciones y nombres de los mismos, siendo el garabato la primera etapa en esa evolución. Unos de los primeros atentos que hacen los escribanos en potencia es definir conceptualmente la frontera que separa eso (un garabato) del dibujo.

Le dan a un chico unos lápices y papeles en blanco. "Haz algo": le dicen. El chico hace un dibujo, muy típico, de bolitas y palitos, y debajo escribe un garabato. La investigadora señala al dibujo y le pregunta:"¿Qué es eso?". Muy seguro de sí mismo, contesta: "El payaso".

"¿Es un payaso o es una bolita y un palito?", pregunta la investigadora. El chico cruza los brazos, como diciendo, exclamado en sus interiores: "¡Pero será tonta la maestra!, y responde sin titubeos: "Es un payaso". Mueve su dedo la investigadora y señala hacia el garabato: "¿Y esto qué es?".

El chico: "Cincos".
Investigadora: "¿Dicen algo los cincos".
El chico: "Sí".
Investigadora: "¿Qué dicen?".
El chico: "Cuatros".

No queda duda de que los chicos evolucionan y, a pesar de los horrores que cometen los adultos, se mueven hacia una comprensión y producción de la lecto-escritura mas allá de la primera etapa. Luego, muchos se estancan, no porque no puedan crecer conceptualmente, sino porque los libros programados, la imposición de normas y conceptos pre-digeridos descartan por completo las particularidades que cada uno de ellos lleva y usa frente a los signos.

El joven de unos dieciseis años quería aprender a leer y escribir, y por esa razón llegó hasta el el proyecto de alfabetización que existía por allá por los noventas del siglo pasado en CCNY. Por razones que no recuerdo, María, una estudiante puertorriqueña de maestría lo trajo hasta mi oficina. Su historial delictivo y escolar era un desastre.

Su brillante cara y deseos de aprender tienen que haber sido parte de los motivos que llevaron a María a tomar un interés muy especial en ayudar a aquel adolescente. Otras razones que pudieron servir de estimulo para que María fuese más allá de enseñar a leer y escribir como los muy programados maestros, se encuentran en su trayectoria como estudiante. Llegó de Puerto Rico durante su adolescencia, trabajó como obrera, estudió de noche, se graduó de un desprestigiado "community college", terminó sus primeros cuatro años en el "CCNY Bilingual Education Program", se licenció como maestra, y continuó sus estudios hasta terminar una maestría en pedagogía y educación primaria. Durante la época cuando era mi estudiante seguía viviendo en los "proyectos" residenciales del Barrio Latino de NYC.

Durante la entrevista, descubrimos que el muchacho grafiteaba y creaba todo tipo de símbolos por cuanta pared había en el Bronx, y usando las fotos tomadas por María y el artista garabatoso, comenzó un proceso marcado por el continuo dialogo, siguiendo el modelo propuesto por Ferreiro. Poco a poco, el joven tan lleno de vida y deseos aprendió a leer y escribir; superó su relación simbiótica con su garabatos. María lo ayudó a que encontrara las diferencias en los signos que él producía, las nombrara; y que pudiese armar y reorganizar los nuevos, muy estandarizados garabatos. Incluso, recuerdo que María, quien sabía que el joven vivía arrimado con unos parientes, hasta lo invitaba a su casa para que él compartiera con los hijos y esposo de la muy consciente, inteligente y comprometida maestra.

Otra maestra novata, Luisa, interesada en aplicar el modelo, fundamentado en las ideas de Jean Paiget, escribió un signo en la pizarra, preguntó: "¿Qué escribí?". Los chicos súper rápidos contestaron: "La pizarra". La pregunta fue reformulada para conseguir lo que Luisa deseaba investigar: si los chicos distinguían entre números, letras y dibujos; si conocían sus nombres, y las funciones de los mismos. Que se llamen garabatos es cuestión de adultos y sus categorías, incluyendo al baile de enantes, el de la época cuando también se puso de moda el componte.

Aunque el baile del garabato ya nadie lo conoce, el componte sigue por ahí -o se comportan o ya sabrán lo que van a tener que escribir y leer- , pero ese es otro cuento más difícil de descifrar o elaborar.

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