Sunday, November 15, 2015

CCNY Y LA PROFESORA FREIRIANA

Vicios, puros vicios son los que la terapeuta quiere que este servidor controle. Y su forma de ver el mundo, ¿quién lo controla? ¡Allá ella, si no quiere crecer!


El vacío pos terapéutico me obliga a enmarcarme en una etapa. Hoy, supongo que debo partir de una postura económico-cronológica y concluir que tengo suficientes años para haberme madurado hacia la clase media o haberme hecho intelectual de modales europeizados y hablar “haute” criollo, aparecer en las páginas literarias, y en los cuadros que recuerdan el momento cuando aquél o el otro estuvieron en tal o cual conferencia y discutieron a Borges y sus marcos filosóficos, universales. Es que no puedo; prefiero leer a los que me hablan sobre asuntos cercanos a sus vidas sin tratar de ser parte del mundo entero; claro, el mundo occidental es al que ellos se refieren.

Mi terapeuta es freudiana. Me llevó -no fue ella, fue su conversación- hasta el apartamento de mi compañera en los Heights de Manhattan, la significativa otra, la que dice ser feminista y activista (de academia en el CCNY proletario), comprometida con las causas de los pobres puertorrqueños. Ella no lo es. No es puertorriqueña. Lo de ella es todo afectación literaria. La Simone she is not. Desea documentar la cultura popular puertorriqueña en El Barrio y la posibilidad de usarla dentro de un proyecto de alfabetización freiriana. Tanto compromiso mata. Hay que conseguir "tenure".

Dijo ella, la significativa otra, que, como parte de ese enorme proyecto multi-académico, anda buscando textos antiguos que describan a los obreros que emigraron a las colonias. ¿A todas las colonias, desde Alaska hasta la Patagonia? Debe ser que quiere re-escribir las crónicas. Por poco sucumbo ante sus maquinaciones.

Después de salir de la oficina de mi terapeuta, me llegué hasta la Catorce, pasé por la Taza de Oro, abarrotada como siempre, ordené una mixta para llevar, y cuando llegué a mi apartamento fue que caí en cuenta y me dije que no, no, no, no, no y no. Me dije que no y que no. Me pregunté que por qué, y me restallé porque no.

-"¿Es que acaso me creo que no tengo principios? ¿Es que acaso me creo que me vendo barato? No"-: me pregunté y contesté. Esto fue en casa, sumamente dramático, caminado solo por la sala, después de ese signo corporizado haberme pedido que escribiésemos una novela rosada contextualizada en una lucha obrera. En casa me encontré de momento, llamándola por teléfono y diciéndol: -"Nena, ¿tú estás loca?"-.

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