Sunday, November 8, 2015
Es que no hay parking en Guayama
La muy elegante y pintorreada señora caminó del balcón a la sala, de la sala, por los pasillos y galerías de su inmensa casa, se llegó hasta su habitación, abrió las cortinas de terciopelo rojo subido, entreabrió las persianas que las cortinas cubrían para que la pálida luz de la tarde iluminara tenuemente la corcha llena de volantes que cubría su cama, se sentó frente a su mueble, su rebuscada coqueta, con su inmenso espejo, sacó cepillos, peinillas, aros, pulseras, collares, se pintó de nuevo los labios, cachetes, blanqueó con talco su cuello color pardo, enjoyó lentamente sus dedos, brazos, cuello, elevó su pelo, hilacha por hilacha, hasta lograr una simetría perfecta, se levantó, recogió capas, bufandas y las acomodó sobre sus hombros y alrededor de su recargado traje, salió del armario, y luego de flotar por los pasillos de la casa, la antesala, sala, balcón y marquesina, se montó en su carro, guió por todas las obscuras calles y regresó a su casa sin ir a la conferencia porque, de acuerdo a sus únicas palabras: "No encontré parking".
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