Por más que tratara de dejarle saber que si ella podÍa vivir en Queen, en un barrio de irlandeses e italianos, era porque los puertorriqueños pobres, algunos trigueños y otros jincho papujos, desde tiempos inmemoriales, uno a uno, pero masivamente comenzando en los treinta, habían ido a vivir a esos barrios, y cuando los trataron de sacar, se organizaron en pandillas y defendieron su derecho a vivir donde les diera la gana. No eran pandillas de criminales, aaunque el Estado así los quiso englobar a todos. Ella, con el típico racismo de su clase y con la necesidad que tienen muchos inmigrantes latinos no boricuas -”que no somos iguales a ellos”- de desligarse de lo discrinminado y estereotipado, continuaba con el mismo cuento; armado desde mediado del siglo XIX por los EEUU para justificar la invasión en Puerto Rico; una distorsión que muchos burgueses y literatos puertorriqueños, incluyendo a Pedreira y Marqués, continuaron difundiendo. Que ella creyese ese disparate soprendia porque después de todo, uno espera que una sociolingüista esté más alerta ante los recovecos, sutilesas, aberraciones y politiquerías del idioma. No lo estaba o no quería o no le convenía; mucho más, cuando muchos de los “americanos” liberales prefieren reemplazar los boricuas, "usando" a otros "latinos", pues, no les gusta tener que enfrentarse a los hijos de sus colonias con versiones distintas de la historia. En ese renglón, los educadores bilingües puertorriqueños hemos sido demasiado generosos con "nuestros hermanos latinoamericanos".
Thursday, January 24, 2019
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