Quién recuerda, quién es, no importa saber; ni de dónde vienen, ni dónde están, dónde llegar, dónde comenzaron los laberintos emocionales caminados sin poder parar.
No importa saber cuál es la ruta, la que tantas veces ha sido andada por las páginas de novelas rosas, ensangrentadas por flores negras o enternecidas por los boleros que le sirven de fondo.
- No, no se acabó.
- Mentiste, solo me diste una ilusión, engaño, mentira, maldad, falsedad.
Cada memoria arrastra una imagen, un pacto indestructible. una acaricia por la espalda, un temblar inexplicable, silencios extensos, súplicas y besos tiernos, una lágrima, un grito inexplicable, un extenso suspiro, un bolero escrito sobre piedras, pantallas, papeles, tan solo papeles.
Cada memoria evoca tantos amores comprometidos, tan poderosos que sirven de barreras frente a otros amores, y enfurecen, enloquecen, hacen daño, si así lo deciden, o ayudan a pasar el puente, a ir de un capítulo a otro; ser cantado, contado.
- Se acabó. Aléjate, no me platiques más. Si me ves cualquier día por esos lugares que yo frecuento, no me mires, no me hables.
- Lo siento, perdóname, lo tengo que aceptar, el Porsche era de mi padre.
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