Una ficha sobre una mesa no es igual que un cuerpo a cuerpo, y si uno o más de esos cuerpos están tratando de esconderse, y si para empeorar la partida no conocen las reglas de juego del otro bando, tienen muchas posibilidades de perder; que un juego entre hombres no es como jugar sobre una mesa con sus rígidas reglas, no son barajas. Jugar desde el clóset conlleva estrategias con pocas posibilidades de mover el juego a su favor; y no es asunto de ganar un solo premio. Es cuestión de ganar el extenso juego, dure lo que dure.
El Principito Uruguayo no pudo tasar a sus contrincante, y en vez de jugar de frente, un cuerpo a cuerpo, buscó unas loquitas de clóset y jugaron con muñecas, rezaban, y las vestían como reinas de belleza.
Y es una fábula sin animales lo que aquí cuentan los que oyeron el cuento de los homosexuales que desde el clóset jugaban, perdiendo el gran juego por no salir a enfrentarse de cuerpo a cuerpo, mientras los faraones de Esopo se quedaban con el reino. Por suerte el Esopo Plancha Boricua no calló y con sus personificaciones delató a las versiones gays de la zorra, el aguila y a otros animales perversos, travestis mentales con mucha garra, poca moral y menos astucia.
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