La puerta se abrió sola. No había nadie en la entrada. Nadie.
El Atlántico sur es más violento -no por su fuerza, no por su volumen-, por su soledad. Nunca relaja a quien lo observa. Si te fijas bien, su calma arropa la resaca. Engaña.
Caminé muchas millas para llegar hasta San Luis, y una vez frente a la casa de playa no encontré lo prometido. La lista de huéspedes pegada a la puerta de entrada no incluía mi nombre.
Regresé al mar. Nadé solo.
Tuesday, October 11, 2016
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