El fascismo se manifiesta en la madre bipolar, un tanto abnegada, usa sus penas para manipular a sus hijos, se llena de soberbia, descarega su rabia, marca su poder con el foete, las pelas sin motivo.
Fassbinder es recreado por los padres alcohólicos que se emborrachan todas las noches para dejar salir sus horrores, los gritos, los ataques de nervios.
El terror no se limita al Estado solamente; el hermano abusador que te grita y amenaza con darte palizas si te atreves contestar, cuestionar sus burlas. Lo oyes todas las noches: "Marica, marica". Los familiares y vecinos callan; se burlan.
El terror comienza en casa y lo llevas a todas partes; sigue contigo, lo reprimes, explota. Explotas. En las llagas que te cubren el cuerpo y el médico te cura con cremitas carcinogénicas; en las reacciones ante el amante que se comió el queso y no lo compartió contigo; en las pesadillas que te persiguen y se manifiestan con extraños símbolos: perros violentos, caídas por abismos, túneles de los que nunca sales.
La opresión comienza en casa; y de noche, quieto, la escondes sobre la almohada; y sueñas con vidas idílicas junto a los tan felices personajes del cine o triunfando en otros entornos más allá de la pobreza y la miseria.
Cuando te preguntas por qué te tocó a ti vivir esa vida y nadie te oye. De noche nadie te oye.
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