Wednesday, August 10, 2016

JABIBONUCO: 3. LA FLOR DE LA CAMPANA

3. La Flor de la Campana

Fe, Esperanza y Caridad llegan donde el ceiba milagroso de Altagracia las ha dirigido, a otro árbol, en las Islas de Sotavento, el de la flor de la campana, un icono sagrado entre algunos de los pueblos que habitaban estas islas, y continúa como fuente de conocimiento entre aquellos que buscan recuperar sus lejanas conciencias.


Sembrado en tiempos tan distantes que sus fechas se pierden en la memoria de los que recuerdan que el árbol surgió sobre las cenizas que allí quedaron cuando los hombres de hierro y largas cotas negras quemaron a los amantes y bohiques.

"Muy mi Señor mío, Marqués de Jájome Bajo, si hoy le escribo estas páginas fue a sugerencias de Usted, mi más agradecido protector, y al muy diligente y anciano maestro, el Marqués de Santillana, quien arduas horas estuvo guiándome por las lenguas y letras de Usted y sus hermanos que hoy conozco, y quien quiso conocer sobre aquellos de nosotros que de otros martirios fuimos salvados. La muerte del Marqués de Bobadilla me llevó hasta hoy donde Usted y no puedo dejar de agradecer su bondad y protección."

El árbol de las flor de la campana expande las conciencias y lleva a las tres cubanas a otros lugares, otros tiempos paralelos, otras medíunidades, un santiguador caribe, con su crucifijo en mano y un guanín colgando del cuello, un hombre, un bohique, que ayudará a iluminar y tranquilizar dos almas que todavía viven rondando cerca de la tierra y no logran transformarse en jupías. El santiguador no puede identificarlos, solo este hombre en un barco cerca de ellas podrá lograr aclarar sus pasados y destinos.

Llegan Fe, Esperanza y Caridad donde mí en el crucero, por la señas que en Dominica, el santiguador caribe les indica; y en trance cuentan sobre otras cartas y documentos prohibidos que se encuentran en los Archivos de Indias en Sevilla, quizás en un antiguo monasterio en Cádiz. Otros viajes, otros cuentos sin terminar, otras lenguas en busca de ser descifradas, no paran, no tienen fin.

"¡Ay!, mi amado, no sabe Usted cuánto lo añoro. Es tan grande mi dolor, mi angustia, mi desespero, que muero lentamente de dolor, y no por culpa de este camino que mis pasos guía. Muero en el vivir,  nuestro amor fue tan mal comprendido. A ese amor nos llevó el gran Yaya y hoy, otros sin decir ni explicar por qué en castigo nuestro amor han convertido. Son tan frías estas noches, tan obscuras su paredes, que el único consuelo que tengo es saberlo a usted morando en el mundo de los jutías. Un cemí  le construí, y sin entender el amor con que fue hecho, los padres de su Santa Iglesia en polvo lo han convertido.
¿De qué vale conocer sus letras, sus hombres santos y sus obras?, si bañado en soledad y lágrimas en este calabozo mis historias están perdidas. Al Marqués mucho agradezco estos folios que para su excelencia escribo, mas estas que a usted dirijo, enredadas en penumbras quedan junto a trapos y caracoles que a la hoguera pronto irán conmigo."

- Sal de aquí - gritó una voz ronca. Pudo haber sido cualquiera de las tres mujeres que saltaban, se tiraban al piso, se levantaba y daban vueltas sobre sí mismas, vueltas rápidas, brincaban, alzaban brazos, espantaban algo. La que hablaba con voz de hombre, sin dirigirse a nadie en particular, decía con voz de otro espacio - Esta no es tu casa, esta no es vida, este no es tu tiempo, tu tiempo ya pasó. ¿Qué buscas?


"Muchos hombres de fe han escrito las Santas Obras de su Padre y de su Hijo, el Señor Jesucristo, y otros que han puesto en palabras equivocadas las muy respetuosas obras de nuestra única Fuente de vidas, Yaya, que no ha sido con la relación entera que dello se pudiera dar, y que lo he notado en las cosas que de nuestras fuerzas creadoras, Juracán y Yukiyú, las que nacen y regresan a la gran Fuente Yaya, he visto escritas, de las cuales, como natural de la isla de Borikén, y su madre tierra, Atabey, que fue, es siempre y será creada por ellos con sus aguas, movimientos, flores y alimentos, tengo más largas y claras noticias que la que hasta ahora los escritores han dado.”

Los bares del crucero tienen horarios programados y quienes los frecuentan saben de antemano qué está pasando dónde y a qué hora. Los de las piscinas hasta las seis, los de baile no prenden las luces hasta la hora de la cena, y a las diez de la mañana el gran salón de los espectáculos está completamente obscuro, y hasta allí se llegaron Fe, Esperanza y Caridad cuando se dieron cuenta que algo las mantenía inquietas, y que no era ni el café ni el desayuno. Ellas sabían que era algo más allá de lo corporal. Pudo haber sido el brebaje de la flor de campana.
“Verdad es que los hombres de fe tocan muchas cosas de las muy grandes que su Padre y su Hijo Jesucristo tuvo, pero lo que escriben sobre nuestra Fuente y sus fuerzas son muy mal escritas para mí, de la manera que las dicen, las entienden mal. Por lo cual, forzado a abandonar el amor natural de las aguas y los vientos, la quietud y los movimientos de las tierras, las montañas, las flores y los alimentos, las bestias que allí le habitan, las gentes de mi isla Boriken y los jupías, que una vez fueron, me ofrecí al trabajo de escribir esta carta, donde clara y distintamente se verán cómo vivimos y ofrecemos gracias a nuestra Fuente por la continua creación de nuestras tierras, y las vidas de nuestras buenas y nobles gentes, las cosas que en Boriken había antes de que mi muy amado y bien recordado Marqués de Bobadilla allí encontrase."

Esperar bajo el infernal sol por el bus de turistas que los lleva hasta los montes en el centro de la isla de Dominica es más desesperante que la cola que hay que hacer para poder reunirse con el santiguador caribe. Después de preguntarle sobre los bohiques, eunucos y los seres de luz que fueron asesinados por los españoles, el santiguador me pidió que siguiera de cerca a las tres mujeres, que a través de ellas conocería otros planos, que no me podía decir más.
“Seres de luz, de antes y después, guíen a los seres en camino. Seres en busca de empatar historias, en este viaje, en otros, de isla en isla, de tiempo en tiempo, de árbol en árbol, repasen las lenguas que hubo, que hay, que hablan sobre los que una vez fueron, que hoy andan en tinieblas y entran en otros cuerpos, en busca de sus amantes perdidos, en los mares, entre reyes y palacios, monasterios y calabozos hablen ahora y abandonen esos dos cuerpos que no le pertenecen.”

Una vez en el barco, sin delatar mi presencia, las seguí hasta el salón de bailes. Era una voz distinta, muy ronca, la que salía de Fe, quizás de Esperanza o de Caridad. No podía distinguir desde lejos. La sala de bailes no la usan de día y en ella las tres cubanas encontraron lo que el palo santo, la flor de campana, el santiguador y Altagracia le habían confiado.
La familia cumpleañera no juega en los casinos, ni se baña en las piscinas, ni van a los bares y su paseo por el barco, explorando sus salas, biblioteca, áreas de juego, los llevó hasta donde creían que era un ensayo, el salón de bailes. Cuando oyeron las voces roncas y vieron los saltos, reconocieron que no era la preparación del espectáculo de por la noche.

Llenos de gozo, los miembros de la familia observaban de lejos a Fe, Esperanza y Caridad en su trance, hasta que unas sombras los asustaron, se persignaron y siguieron camino. Frente a ellos caminaban rápidamente los dos hombres, los amantes furtivos.
- Sal de aquí – gritó la voz ronca; una voz que no esperaban oír los dos hombres que se manoseaban en una esquina de la sala de bailes, detrás de las cortinas de terciopelo que separaban la tarima del salón de bailes. Temerosos de que quienes estaban ensayando los descubrieran, se fueron sigilosamente, protegidos por la obscuridad en el salón y se escurrieron detrás de la familia, con la esperanza de que tampoco éstos los vieran.

"En todo lo demás que de aquellos indios en la isla de Boriken se puede decir por los señores y hombres de fe que la tocaron en parte o en todo; que mi intención no es contradecirles, sino servirles de comento, de intérprete en muchos vocablos y costumbres, que, como extranjeros en aquella lengua, interpretaron fuera de la propiedad de ella, según que largamente se verá en el discurso de la historia, la cual ofrezco a la piedad del que la leyere.”
La señora frente a la tragamonedas no disfrutaba del alboroto que llevaba la familia cumpleañera, ni pudo entender a qué se referían, todos hablaban a la vez, debatían si los dos hombres salieron por detrás de las cortinas, o eran parte de los ritos de santería, o era un santo el que les bajó a las res mujeres, o era un espíritu en busca de adelantar su ascendencia a planos mayores; no, eran santeras cubanas, el acento cubano, pueden haber espiritistas cubanos, no todos son santeros; los dos hombres deben ser creyentes, puertorriqueños los dos; no uno es español, su acento es castellano, casado, lo vimos bailando con su esposa, y el señor sentado cerca de ellas era otra mediunidad, un babalawo, estaba bien quieto. - ¡Uy, aléjate, solavaya!

“Viviendo o muriendo aquellas gentes Araguacu, llegados en yolas de islas más grandes a la isla de Borikén, muchos tiempos atrás de la manera que hemos oído y contado, y recordado en nuestros cemíes, permitió nuestro Yaya que dellos mismos saliese el conocimiento que les diese alguna noticia de la ley natural y respetos que los hombres debían tenerse unos a otros, y que los descendientes de aquellos Araguacu, procediendo de bien en mejor cultivasen aquellas tierras, y a sus hombres, haciéndoles capaces de razón. Después de haber dado muchas trazas y tomado muchos caminos para entrar a dar cuenta del origen y principio de los Araguacu que fueron, son y serán, me pareció que la mejor traza y el camino más fácil y llano era contar lo que en oí muchas veces acerca de este origen y principio, porque todo lo que por otras vías se dice de Yaya viene a reducirse en lo mismo que nosotros diremos, y será mejor que se sepa por las propias palabras que un Araguacu lo cuente que no por las de otros autores extraños.”


Ajena a la familia cumpleañera, que en ese preciso momento salía por una de las puertas que daban a la cubierta del barco, y rescatada por la tragamonedas, la señora cambio de semblante,  cuando la máquina empezó a sonar, un ruido constante, estridente, y las monedas bajaban por montones y caían en el cubo de cartón. Sonreía, ahogada en un estado de puro placer, absorta, en una relación simbiótica con el casino, la música, los cajeros, las meseras.
“Nuestra gran Fuente, Yaya, envía sus Fuerzas que ayudan a Atabey a crear las tierras, labrar sus bateyes, cultivar las plantas, los frutos como hombres racionales y no como bestias, y les pide que fuesen por do quisiesen y, doquiera que parasen a comer o a dormir, procurasen agradecer y recordar en sus cemíes las vidas de ahora y de siempre, y que a Juracán y Yukiyú, bailasen y tirasen sus flores y granos para ayudarles y agradecer los alimentos y nuevas vidas que las Fuerzas nos llevaban y traían. Viendo los grandes vientos que arropaban y cambiaban estas tierras suyas, mi gran protector, corrí a agradecerle a Juracán y ofrecerle las flores, frutos y semillas para que a otras tierras los vientos de Juracán llevasen, y en otros momentos allí se cultivasen.”

Fe, Esperanza y Caridad, exhaustas, cayeron de rodillas, con las cabezas sobre el piso, y los brazos estirados hacia el techo, lloraban desconsoladamente. Ante aquella escena, callar y esperar a que me vieran fue lo único que pude hacer. Se levantaron, vinieron  donde mí y como si me hubiesen conocido de mucho antes, de otros mundos, me contaron que los espíritus de los que una vez fueron me seguían y que esperaban que los ayudase a reencontrarse, a completar su misión en la tierra.
“Mi falta de ropas y bailes era llenos de gozo y no ofensa a sus otros siervos y amigos, menos a sus hombres de fe, su Jesucristo y Dios amado. Pero conforme a nuestra lengua, como atrás hemos dicho y diremos de la mucha significación que los Araguacu encierran en sola una palabra, Juracán, nos pide que demos gracias y ofrezcamos algo al que hace llevar estas flores, estos frutos, dándonos alimentos y vigor para vivir los que acá y allá vivíamos y los que en nuestros cemíes siguen viviendo, Entendemos los Araguacu, con lumbre natural, que se debían dar gracias y hacer alguna ofrenda al Yaya, por habernos ayudado en aquel alimento y nacer de nuevo Atabey.”

Ver el tranquilo mar, tomar el fresco desde la cubierta que bordeaba el piso donde se encontraba el casino, fue lo menos que pudo hacer la familia al encontrase de frente al español, Diego, y a su esposa, Isabel, en una fuerte discusión. El otro, el puertorriqueño, Javier, miraba desde una cubierta superior, con su cuerpo que casi colgaba de la baranda desde donde se podía observar las tranquilas aguas color turquesa del Caribe. 
“De este calabozo escribo estas frasis, mi bien amado protector, frente al enorme crucifijo que cuelga de estas frías paredes, en espera de aquello que dicen es la quema en la hoguera por haber servido al mal espíritu, su diablo. Cuán lejos, cuánto tiempo hace que me llegué hasta sus tierras, cuán mal fue entendido lo que pedía y sentía con mis flores, frutos y semillas a los vientos de Juracán. Mi querido protector, lejos de mi Boriken, no he sido entendido por sus sacerdotes y reyes. En espera, en este frio aposento, por la quema en la hoguera, de rodillas, obligado, frente a su crucifijo me despido, su servidor, Jabibonuco


http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2014/06/jabibonuco-4-el-crucifijo.html



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