7. Las Cenizas
Sor Bernarda escogió un poema de Rafael Alberti para explicarme su visión, como monja feminista, del mundo, la política, las religiones y la razones para la quema de los archivos; un poema donde el autor le pide a los turistas que van de visita por Roma, que no se fijen en sus monumentos, y que presten atención a los perros que están meando. Luego, sin perder el hilo de la conversación, casi en la misma oración en la que citó el poema de Alberti, habló sobre un monje trapista, también poeta, y cómo murió, asesinado, según ella.
A principios, no entendí la relación entre Alberti y el monje trapista, hasta que sugirió que el monje era muy ingenuo, y que por no fijarse en los perros que meaban cerca de él, ciertas fuerzas obscuras, neo-góticas, que seguían los principios de la iglesia medieval que quemó a Jabibonuco, decidieron electrocutarlo.
Sugirió, me advirtió, que de yo seguir indagando en textos, lenguas y cultos prohibidos podía correr la misma suerte; que por ella no tenía que preocuparme, que al pertenecer a grupos feministas de monjas liberacionistas, incluyendo sus hermanas en el convento de Caparra, que buscaban una transformación de las doctrinas cristianas, enlazadas a través de conductos electrónicos y distintos medios de comunicación, se sentía protegida, no corría peligro, por ahora.
Ante la pregunta sobre la quema de los archivos y si ella fue quien trató de corregirlos, dijo que ya estaban algo editados cuando las monjas los desempolvaron, y sobre la quema de los mismos no dijo nada, sacó de su bolsillo un pequeño iphone, y me abanicó con el mismo.
Caminamos por la solitaria playa hasta el sitio donde había quemado todos los archivos, los de Caparra y los de Cádiz, y me dijo que en el día de la incineración no se fue de la playa hasta que la marea subiera y su espuma cubriera las cenizas; tierra, agua y cenizas juntas, con la luz del sol poniente que penetraba todo.
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