Enroscada por unos vientos de tormenta austral -con ínfulas de trópico-, mi capa sirve de paracaidas y atrae al guapo gaucho que adora mi acento, suave y dulce personalidad, hasta casi abrazarme. Nos agarramos para no salir volando por encima del Uruguay. Me cuenta, susurros, sobre los amantes furtivos, y dice que Enrique Amorim se mintió a sí mismo, se convenció de que Lorca lo quería.
"Es que Lorca era algo, bastante mentiroso. igualito a .... ": respondí sin poder terminar mi acusación. El gaucho me interrumpe y me ofrece su bombilla para que chupe, tome de su mate, luego desaparece, y yo leo a Regina Derieva:
Toda mi vida
he estado buscando
un ángel.
Pero cuando él se dejó ver
fue para decir:
“Yo no soy ningún ángel”
(Regina Derieva)
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