Wednesday, November 15, 2017

CAMINOS DIDÁCTICOS

Los siguientes relatos fueron copiados del libro inédito: CAMINOS DIDÁCTICOS*:

   MAESTRO DE TERCER GRADO EN LAS MAREAS (1962)

        Coming back –
So many pathways
        through the spring grass.
                     (Yosa Buson. The Essential Haiku. Herbert Hass, ed. 
                              The Ecco Press, 1994)
Las puertas abiertas de par en par disminuían el furor de la brisa, y del efecto que junto a la sal del mar tenían sobre el deseo de caminar, hablar sobre política, filosofía, todo menos dar clases. A lo lejos, la marea del Caribe se llevaba el compromiso que se requería para impartir conocimientos a más de treinta niños con pocas ansias de estar allí aquel agosto caluroso, húmedo, salado.
Primera tarea de los estudiantes: escribir el encabezamiento en sus libretas, nombre y apellidos, grado, nombre de la escuela, nombre del maestro, año escolar. Las únicas tareas que, después de repetirlas por tres años, no requerían mucha supervisión. Para la mayoría, los que nunca habían fracasado desde su primer grado hasta el tercero de sus vidas en aquella barriada de pescadores, era tarea rutinaria, año tras año; otros, los menos, un grupo selecto, los que tardaban hasta cinco o seis años en completar los primeros tres grados de aquella escuela de dos aulas, esperaban que el maestro se le acercase y les señalara donde escribir qué, copiar qué, cómo. Algunos extendían sus manos en espera por la de del maestro para guiarle las suyas hasta formar cada letra, palabra. 
La marea regresaba dando golpes, botando espumas, rugiendo, apropiándose del terreno que era suyo, desviando la vista de los niños hacia el inmenso mar y los botes de los pescadores, sus padres, sus hermanos, su futuro. Para los estudiantes era preferible continuar con las vacaciones de verano a tener que oír al joven maestro, recién graduado de escuela normal, encorbatado y enchaquetado – vestuario exigido por el súper centralizado y burocratizado sistema de instrucción pública. 

La primera tarea del maestro: dar instrucciones sobre libretas, libros materias, responsabilidades, asignaciones. Para los estudiantes, el jugar, pescar, broncearse eran alternativas mucho más atractivas que las ofrecidas por los treinta y pico de pupitres, organizados en filas, apuntando todos en dirección a la negra y recientemente pintada pizarra.

El trabajo de maestro, con tantos estudiantes de niveles tan variados, no era labor para un novato de dieciocho años y mucho menos para quien deseaba conocer el mundo y no terminar encerrado en un caluroso salón de clases. O trabajar de maestro o terminar en una fábrica eran las únicas opciones que se podían explorar, no se conocían otras posibilidades para un joven pobre en aquel pueblo al que pertenecía la villa de pescadores. Ciencias, ingeniería, teatro, letras eran carreras que los muchachos de las clases medias y altas podían explorar. Para los pobres, poder ir a la universidad era un lujo; estudiar por gusto, una extravagancia. El magisterio aseguraba un puesto inmediatamente.  

La pizarra se iba llenando de palabras, frases, oraciones, ejercicios. Los niños seguían instrucciones, alzaban la mano, miraban hacia el mar, sonreían. La calma del mar llegaba cuando la marea regresaba y se acercaba a sus orígenes, y dejaba al descubierto el cascajo que cubría la playa caribeña, residuos de conchas, redes de pescadores, cabezas de pescados, sin las arenas blancas de postales para turistas o anuncios al idilio de resorts con todo incluido.  

El bochorno de la tarde disminuía las habilidades intelectuales de los estudiantes, aumentaba el sudor y ofrecía la mejor oportunidad para cubrir las asignaturas fáciles: arte, música, educación física frente a la escuela, en el patio que separaba la escuela del pantano donde se encontraban las casas de los pescadores. Una carrera, un salto en la cuica a las dos de la tarde bajo un sol incandescente puede matar al más fuerte de los hombres criados en otras latitudes, no en el poblado conocido como Las Mareas. Sus pescadores vivían y trabajaban bajo el sol, no conocían otros climas. Sus hijos tampoco. 

Las caras de felicidad los delataba. No tenían ni que multiplicar manzanas o peras (los libros de ejercicios matemáticos estaban publicados en países con climas donde se podían sembrar frutas distintas a las que ellos conocían: los cocos, quenepas, hicacos, uvas playas), el recreo permitía poder correr y saltar en el patio. Tampoco tenían que contestar preguntas de comprensión sobre hadas madrinas o niños con padres blancos y rubios vestidos con camisas blancas y corbatas.

La tranquila espuma que servía de borde entre el cascajo de la playa y el verde esmeralda de las aguas se fue alejando hasta enrolarse en si misma y regresar cargada de una abundancia y volumen de agua que se llevó consigo pupitres, libretas, pizarra, escritorio. La cara de asombro del joven maestro sirvió como excusa para que uno de los estudiantes más atrevidos le dijese: "Mister, por eso el otro maestro no abría las puertas, por la tarde el mar siempre hace eso. “

Un juego más; el mar se una al grupo, quien prefería pescar con los papás, broncearse, recoger cangrejos en el mangle; alternativas mucho más atractivas que las ofrecidas por un maestro del pueblo, vestido como los papás de los libros de texto. 

La marea nos hizo reír sin tener que pensar en libretas, pizarras, pupitres, tareas. 
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          SOMBRAS

Los estudiantes de primaria se paraban de sus sillas, movían sus cuerpos, saltaban, estaban explorando las sombras, planteando todo tipo de pregunta (distintos niveles de conceptualización y lenguajes) sobre esa relación simbiótica entre el yo, nosotros y las proyecciones. La maestra los regañó cariñosamente, y dijo que dejaran de estar jugando y se pusieran a trabajar en sus respectivas mesas. 

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     EL MAESTRO JUBILADO Y LA MADRE 
     ENVIRONMENTALLY-CHALLENGED

La nena preguntó qué eran las manchas blancas en el espaldar de los bancos en los "Morningside Gardens". La muy didáctica madre -mientras movía su brazo y mano derecha, señalando hacia los aires y las plantas ornamentales (la mayoría de las matas son traídas por una compañía de jardinería y sembradas todos los años; pocas son nativas o aguanta-inviernos)- respondió (mi traducción pues la conversación fue en inglés) que era "la caquita" de los pajaritos que por allí volaban. 

La nena miró al señor sentado en uno de los bancos, abrió los ojos, torció los labios en señal de disgusto, luego miró a su muy paciente y flemática mamá, hasta que no pudo callar: "He is going to get sick". La madre con cara de desinfectante ambulante no dijo nada; frunció el ceño y los cachetes, como si aprobase el disgusto de la nena. 

El señor, maestro jubilado, siempre dispuesto a participar del cualquier momento pedagógico, dijo (en inglés): "No te preocupes porque ya ahí no queda mierda. Es polvo blanco como la tierra que pisas cuando caminas descalza por tu casa, el patio, la playa. Si quedan animalitos en ese polvo, son tan chiquititos que ni los notas". 

Casi ahogadas por lo confrontado, siguieron camino y no dejaron que el maestro jubilado les explicara porqué la mierda de los pájaros es blanca, y les recomendara un ensayo por Lynn Margulis sobre vida, microorganismos, montañas y tierras, publicado por el antiguo CCNY Workshop Center. Que no se dan cuenta que del polvo vivimos, no está completamente muerto, y con él convivimos todo el tiempo. Es que hay madres que son "environmentally-challenged”.

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MONCHO REYES COMO SIGNIFICADOR, SIGNIFICANTE Y SIGNIFICADO  EN LA HISTORIA DE PUERTO RICO

Moncho Reyes -un inversionista político y gobernador de Puerto Rico designado por el presidente Harding entre 1921 y 1923- logró su puesto por contribuir $11,000 a la campaña de Harding. El presidente Harding le repagó con el cargo de gobernador.  El nivel de desprecio y corrupción que Reyes desplegó en la Isla como gobernador fue tal que terminó siendo juzgado y convicto por un gran jurado en San Juan, acusado de malversación de fondos públicos. Sin embargo, las infracciones de Reyes quedaron impunes, pues el presidente Harding, en un acto de encubrimiento, lo relevó de su posición como gobernador para que no tuviese que enfrentar los cargos. Para Estados Unidos, Puerto Rico siempre ha sido terreno de juego para compensar favores políticos. Moncho Reyes fue el apodo con el que bautizaron en Puerto Rico al norteamericano cuyo nombre de pila era Montgomery Reily. 

Montgomery Reily ha sido inmortalizado en la literatura puertorriqueña: aparece en cuentos, ensayos, notas periodisticas, citado al calce y como protagonista. Hasta en una plena por Mon Rivera mencionan a Moncho Reyes.

Que no es la misma plena en la que Mon Rivera cantaba sobre otro estadounidense, jerarca de la iglesia: "Mamita, llegó el obispo, llegó el obispo de Roma. Mamita, si usted lo viera, qué cosa linda, qué cosa mona". ¿Qué qué tienen que ver Moncho Reyes o un obispo con el idioma? Pues a aprender más sobre el el español puertorriqueño y las armas que ha usado para su defensa. Un la: esas plenas se oían durante una de las épocas más sangrientas en la lucha de los puertorriqueños por su independencia, que incluyó, además de asesinatos, encarcelamientos por parte de los EEUU y sus lacayos criollos, llenar la iglesia Católica con curas y monjas del país que Nicanor Parra inmortalizó en su famosa frase, "USA te usa". 

*CAMINOS DIDÁCTICOS Y LAS NOTAS PARA UNA CLASE POR 
        UN “MULTILINGUALLY-CHALLENGED EDUCATOR"

                                       Gerardo Torres Rivera
                                       (c) 2017

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