Cuando sus hermosos brazos y delicada mano siguen los movimientos de las letras en rápido desenlace y revelación de palabras en una pizarra medio destartalada, no puedo esperar, me adelanto con lecturas equivocadas de las mismas. ¿Por qué se pondrá esas faldas de ligero algodón, fácil en su relación con la brisa? Ay ay, que el viento no le dé frente. Ni que le dé con acercarse a mi pupitre. Me lo va ver.
Esos rizos sobre mi cara, esos labios sobre los míos, ese tono hablándome en palabras llanas, agudas y esdrújulas en la novela Mámamela resaltan la intención del autor Benito Pérez Galdós, de lograr un efecto conmovedor, sensual, sobre el lector.
Ma-ria-ne-la, por poco me oye. Marianela. ¡Qué fallo cometí. Me pone mal con esa ondas volando cada vez que se voltea, cómo se mueve y acompaña sus ritmos de puertorra bien sembra’.
Ay, Dios, dame paz, que no aguanto hasta llegar a casa. “¿Que tú haces en el baño todas las tardes después de clase. Sacándome los granos de la cara”: me pregunta y contesto a mamá. Ma-ria-ne-la: nombre común en el siglo diecinueve, como el de ella –Marisol- en este siglo.
El texto provee suficiente vocabulario para identificar cada una de las palabras asignadas. Buscarlas es tarea fácil; leerlas sin delatarse, adelantarse es imposible. Por ahí viene. ¿Qué hago ahora? Me tapo con la libreta.Que no se doble más, que se quede tiesa o yo exploto. Me ahogo en mí mismo. Implosión biológica.
(Del libro inédito Saber de Letra 2017)
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