Monday, September 23, 2013

De Jájome al Puerto de Jobos: Divertimentos

En marzo del 1887 nació mi padre en un campo en la región montañosa de Cidra, Puerto Rico. Estudió durante el régimen español su primeros grados, y luego, durante la segunda colonia, hasta un grado que pocos para aquella época lograban, el octavo. Pudo haber sido uno de los miles de maestros que formaron parte de la activa escolarización de principios del siglo.

De Jájome al Puerto de Jobos en Guayama, otro jíbaro  que se movía y aspiraba a subir de clase. Se fue de dependiente en un colmado enorme, a la entrada de la antigua central Aguirre, en un histórico edificio de dos pisos, mampostería, arcos y galería para proteger del sol, cuatro anchas y algo ovaladas puertas, cubiertas por hojas en metal.

El viejo dejó Aguirre para seguir caminos, dar más vueltas por el mundo; el mundo más allá de Jájome. Las tierras comprendidas entre Cayey, Salinas y Guayama fueron su Ítaca, y en una época donde el pie o las carretas eran los medios de transportación por excelencia, la tierra explorada era una geografía bien amplia y diversa, vista a traves de su curiosa mirada, ojos llenos de chispa y su gusto por el buen vivir.

Sus cuentos sobre sus viajes y lo que encontró en el Puerto de Jobos tenían el mismo tono y sentir de cualquier relato de viajero contemporáneo. No contó historias sobre lo que los soldados encontraron en los puertos de Hamburgo o Marsella. Otros personajes e historias de puerto sedujeron al joven dependiente en un almacén de Aguirre. A los diecisiete se topó con las hijas de Tembandumba, culipandeando por la calle antillana.

A los diecisiete, de Jájome al Puerto de Jobos, le despidieron a puertas abiertas, y el saludo de aquellos tiempos: con la palma de la mano hacia adentro le dijo al viajero adiós y buen ir.

De Jájome a Jobos hay un largo trecho, a veces, a pie; otras, a caballo.

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“Ese es mi verso; profundiza un poco.
No compadezcas mi dolor, si loco
te lanza entre la sombra su saeta”

(FRONTIS, Luis Palés Matos)

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Para la época en que Palés Matos escribió los versos anteriores - mi viejo leía poesía -, la palabra saeta se usaba comúnmente. Con sus cuatros en mano, los jíbaros tocaban sus "ay, le, le, le", y hasta le cantaban saetas a la virgen.  


Para llegar hasta la casa de la tía y cantar los rosarios, en Jájome Alto,  hacia finales de los cuarentas subíamos primero en pisicorre, y luego, a veces a pie; otras, a caballo.

http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2012/06/cuando-sali-de-jajome-no-fue-en-una.html

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