Tuesday, September 10, 2013

Yeyita, la de La Quince

¿De qué habla esa señora? ¿Quién la ve? Mírela, con la biblia siempre en la mano, monta’ en una cantaleta todo el tiempo. Estoy ronca.  ¿La ve? Metiche. Se pasa criticando a todo el mundo. ¿Pa’ qué? Total, si ella no da abasto con sus hijos. Esos muchachos, medio sananos, se han casado dos o tres veces, con buenas muchachas, de aquí, del barrio, y los han dejado. Si es que ella se pasa metía en la vida de ellos. Como si ella fuese la que se casó con ellos.  ¡Esta tos, Dios! ¡Hg, hg! Déjame tomar agua. Vengo ahora.

Así hay muchas, no sueltan a los hijos y terminan como éstos, dejados por las mujeres. No para, ni con la biblia, ni deja de meterse en las vidas de sus hijos, y de los demás. ¿Qué le importa a ella si esos dos, los vecinos del lado, son patos? Pues si quieren vivir juntos, ¿qué le importa?  ¿Qué harán en la cama? ¡Hg, hg! Ronca me voy a quedar.

¿La ve? Así se pasa, en el balcón dando descargas contra esos pobres dos. Envidia. Debe ser envidia. Porque si algo hacen bien esos, sí, ellos, si algo hacen bien es arreglar la casa. Esa casa parece una vitrina. Preciosa la tienen. Caros, esos muebles son caros. ¿De donde sacarán dinero para comprar esos muebles? Todo brilla en esa sala. No vi los cuartos, pero la sala se ve desde la acera. No, me invitaron a que entrara. Esta tos. 

La muy entrometida se fue donde, ¡ay!, deja callarme, se fue donde el vecino del frente para que éste y que le escribiera una carta, y que para, y que para denunciarlos, a los vecinos, con la policía porque y que allí llevan menores. Bendito sea Dios, si allí los únicos que entran son los dos hijos de ella, y cada uno tiene más de treinta años.  Sí , de noche los he visto entrar. Ella tiene que saberlo porque si yo lo sé, lo sabe todo el mundo. ¡Ay, Dios! ¡Hg, hg! Esta tos me va a matar.     

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