Querida amiga:
Te admiro. Hace unas cuantas décadas, muchas, que nos conocemos. Desde antes del Stone Wall. En verdad que te admiro.
Cuidaste a los viejos, a tu hermana minusválida, a tus sobrinos y sobrinos-nietos. Asumiste el papel que juegan muchas mujeres en Puerto Rico. "Jamonas" era su nombre colectivo. Así decían: "se quedó jamona". Atrapadas en las casas cual hijas de Bernarda Alba, cuidando los viejos.
En tu caso no fuiste jamona. Tuviste -a escondidas- tus amantes. Amigas era como te referías a ellas. Nunca viviste con ellas. Regresabas a la casa de los viejos. Nunca pudiste soñar con una vida de pareja como la tienen tantos, otros, tus hermanas y hermanos. No te atrevías a no regresar a casa. Alguien tenía que cuidar los viejos.
Cocinabas, limpiabas la casa, callabas antes los comentarios homofóbicos. Escondías con tu joroba, el cuerpo encorvado, esa fuerza que una vez quisieron sacarte de adentro. Sí, trataron con las palizas que te daban tus hermanos, físicas y sicológicas, para que no fueses "machúa", para que no jugaras trompos con los muchachos del barrio, para que no treparas árboles, para que no escogieras y vistieras los pantalones y camisas de niño que tanto te gustaban, para que fueses la niña delicada y "femenina" que no podías ser. Si para eso no naciste.
Los viejos murieron, los sobrinos y sobrinos nietos se fueron, y de vez en cuando vienen a visitar a sus padres, a disfrutar de la familia, la de tus hermanos y hermanas, que es también la tuya, que disfrutas de lejos, encorvada, canosa, escondiendo la fuerza que nació contigo. ¿Cómo has podido aguantar tanto y no perder el equilibrio? Debe ser la misma fuerza que trataron de quitarte, la que lo ha logrado. Te admiro.
Gerardo
Friday, August 17, 2018
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