Monday, September 24, 2018

BOLERO #22: OBSESIÓN

“Quiero que vivas solo para mí": una cadena,  una tormenta interior, una obsesión o incapacidad de separarse, de ser uno, convertido en puro éxtasis o amargura, que ya no es amor lo que le da forma; es “un inmenso dolor” interno, una extraña sensación, cargada de extraño placer, desasosiego mental, físico, espiritual, un no poder vivir sin él o sin ella, sin las palabras, sin sus hilos y cadenas de cuentos; es un solo cuerpo guiado exclusivamente por el frenesí; y "que tú vayas donde yo voy".

Caminar por distintos rumbos y dejar que el mar o la luna, el cielo o las estrellas, el autor y sus personajes, el bolero lento o sus versiones en otros géneros mitiguen el deseo que nunca se complace por completo y ayuden a encontrar un nuevo rumbo, a distinguir entre esa locura y amar sin condiciones, no pueden, los amantes no pueden. 

Se rinden, desvanecen; aterrorizados, con el orgullo rodando ante sus pies, frenéticos, quieren con "alma de niño", sin defensas, los amantes, el autor, boleristas; buscan, imploran un beso, igual al que él, ella les dio. 

"Estoy obsesionado contigo, el mundo es testigo": suaves y mimosas palabras, casi inaudibles, conquistan o se entregan sin importar que "se oponga el destino, serás para mí, para mí", susurradas muy cerca del oído, respirando lentamente, acariciando con los labios la piel del amante. 

“Bésame -ruega- mucho, igual que mi boca te besó”: fueron las últimas palabras antes del accidente. 

Desde que salieron de Montevideo por la ruta interbalnearia, Alfredo Sadel, Nat King Cole, Julita Ross, en voz de la Tellado, le estuvieron advirtiendo a las mujeres de ojos color turquesa, rostros de nácar, y a los apuestos galanes de pelos gris, sobre los peligros de la entrega sin barreras, en cuerpo y alma, cegarse, y de convertir la ansiedad en estado de ánimo permanente; de reducir sus vidas a la inestable e insoportable levedad de una novela rosa, un bolero, un Porsche destruido. 

El chillido de las llantas acompañó al frenar sin control, y obligaron a los amantes a retirar las manos, llevarlas hasta la boca. Suspiraron. Silencio sepulcral seguido de sonidos de sirenas, y tarde, mucho más tarde, recuerdos de aquella noche, aquel "quiero que vivas solo para mí". 

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