El bolero no tiene escape; en cada paso, espacio, los recuerdos "imposibles de borrar" se llevan "cicatrizados en el alma", en los pasos sobre una loseta, una libreta, un cd, un mensaje de texto. Quién recuerda a quién "no importa saber"; "ni de dónde vienen, ni de dónde vengo, ni hacia dónde van". cuándo comenzaron los laberintos emocionales caminados sin poder parar la "triste caravana que por mi mente ha pasado".
No importa saber cuál es la ruta, la que tantas veces ha sido andada por las páginas de novelas rosas, ensangrentadas por "flores negras" o enternecidas por los boleros que le sirven de puente entre una forma de amar y otra, un acamino u otro.
En Manhattan, Montevideo, Punta, en cada uno de los hoteles, casas, hospitales, bares, calles se encuentran huellas, voces que retan a Elvira Ríos, a una travesti en Youtube, a Johnny Albino, Martha Rosa Lima, o al disco durante una tormenta invernal, "quizás, quizás, quizás", que "el amor no mataron".
- No, no se acabó.
- Mentiste, solo me diste una ilusión, "engaño, mentira, maldad, falsedad".
- Mentiste, solo me diste una ilusión, "engaño, mentira, maldad, falsedad".
Cada memoria arrastra una imagen, un pacto indestructible. una acaricia por la espalda, un temblar inexplicable, silencios extensos, súplicas y besos tiernos, una lágrima, un grito, un extenso suspiro, un bolero escrito sobre piedras, pantallas, "papeles, tan solo papeles".
Cada memoria evoca tantos amores comprometidos, tan poderosos que sirven de barreras frente a otros amores, y enfurecen, enloquecen, hacen daño, si así lo deciden, o ayudan a ir de un capítulo a otro; ser cantado, contado.
- Se acabó. Aléjate, "no me platiques más". Si me ves "cualquier día por esos lugares" que yo frecuento, no me mires, no me hables.
- Lo siento, "perdóname", lo tengo que aceptar, el Porsche era de mi padre.
-¿Bailamos?
- Lo siento, "perdóname", lo tengo que aceptar, el Porsche era de mi padre.
-¿Bailamos?
-En otra, si no "tratas de olvidarme".
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