“Touch the palate with the tip of the tongue” no era un ejercicio agradable en la “jai” de Guayama. Misis Shuab era como la llamábamos -a sus espaldas, pues éramos jóvenes respetuosos y ninguno quería que la muy conocida y reconocida señora en el pueblo y por el pueblo, quien había sido maestra por unas dos o tres generaciones, hablase con los padres. No en el Guayama de los años cincuenta. Los maestros del pueblo eran figuras que representaban cierta forma de hablar y de ser en ese otro Puerto Rico.
La Señora Ortiz, frente al director de la escuela o a otras maestras igual de provincianas y respetables que viajaban todos los veranos con los tours de las asocianiones de maestros, era como nos teníamos que referir a ella. Si salía un “misis” desprevenido, el director o maestro, nos obligaba a decir la Señora Ortiz, y a seguir con lo que se iba a decir sobre los requisitos, la muy seria y vetusta maestra; el Guayama que todavía hablaba de los Palés, la biblioteca de los Cautiño, la peregrinación al puente de Guamaní y la toma del mismo por los estadounidenses durante la guerra hispanoamericana. Misis Shcuab era parte y contraparte de aquel Guayama; y su apodo, una forma de critica a la historia.
No podíamos, ni queríamos -inconscientemente- “sound native”. Todo aquello de aprender inglés estaba muy lejos de nosotros, y hasta nos burlábamos del mismo -defensa, quizás- pero “sound native” era parecer un payaso, prestarse a que se mofaran de uno, y, peor todavía, dar la impresión que uno era como los “blanquitos” que iban al colegio privado y estudiaban con curas y monjas americanos. Entre el cáncer que causaba el estar frotando el paladar con la punta de la lengua por una hora, unas cuantas veces a la semana, y tratar de ser quién uno no es en ese momento histórico puede dar cáncer.
No podíamos, ni queríamos -inconscientemente- “sound native”. Todo aquello de aprender inglés estaba muy lejos de nosotros, y hasta nos burlábamos del mismo -defensa, quizás- pero “sound native” era parecer un payaso, prestarse a que se mofaran de uno, y, peor todavía, dar la impresión que uno era como los “blanquitos” que iban al colegio privado y estudiaban con curas y monjas americanos. Entre el cáncer que causaba el estar frotando el paladar con la punta de la lengua por una hora, unas cuantas veces a la semana, y tratar de ser quién uno no es en ese momento histórico puede dar cáncer.
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