"Cómo imaginar que la vida sigue igual": preguntaban muy tarde en la noche, desveladas, repetían las muchas y distintas voces de Roberto Yanés, Tito Rodríguez, nosotros los "que nos hemos amado tanto", en ambos polos continentales; una inquietud mitigada, embadurnada, empapada de placer por el suave silbido de las brisas australes en las aguas del Atlántico Sur y los tímidos golpes de los copitos de nieve sobre el cristal del ventanal en el norte.
Una preocupación delirante, un orgasmo, en cuerpos separados por tierras y mares, formulada en forma de preguntas, sueños, deseos de saber, de ruegos, "escríbeme", ganas, "son tus cartas mi esperanza", miedos, "cómo despertar si tú no estás", conjugados en las voces de Yanés y Tito; en las nuestras.
Cómo pretender otra realidad, cómo consolarnos, si falta uno de ustedes o nosotros, o el bolero deja de acurrucarnos, erizarnos, prender cada hormona, convertirnos en puros deseos, son las interrogantes que formulamos y vivimos juntos, grabadas en cartas, vídeos, correos cibernéticos, discos, textos en la tableta electrónica con sus silencios y borrones. Tantas preguntas que pueden ser alentadas o tranquilizadas por la esperanza; explicadas por "temores o alegrías"; subsanadas por las tonterías, las que vivimos juntos en ambos sitios: el frío norte y el caliente sur, "nosotros que nos amamos tanto"; en un bolero que no puede existir sin la "misma vida mía".
-¿Dónde estoy? ¿Dónde? Por favor, digan, respondan, ¿dónde estoy?
- El Porsche, ¿de quién era?
"Cómo imaginar si la vida sigue igual", en las voces de Tito Rodríguez y Roberto Yanés despertaban los temores, traían alegría, aliviaban las inquietudes de los amantes, ¿dos hombres? ¿Uno? Canta, escribe, cantan, escriben, van y vienen, “aunque sean malas nuevas..."
-¿Bailamos?
-Bailamos
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