Thursday, October 18, 2018

DESDE JÁJOME HASTA ÍTAKA (PASAJES)

          LA REAL CÉDULA DE GRACIAS 
La Real Cédula de Gracias (RCdG) fue promulgada bajo el gobierno de Felipe VII el 10 de agosto de 1815. Con la RCdG se le otorgó a Puerto Rico una mayor liberalización económica; y se concedió para poblar la isla con colonos europeos, evitar el desarrollo de un separatismo revolucionario, y segundo, lograr que la economía de la Isla fuese más productiva para España. Se incrementó la población: las concesiones de mayor envergadura e impacto de la Cédula fueron las relacionadas a la inmigración. 
La medida ofreció licencias de entrada a nuevos inmigrantes y legalizó la residencia en la Isla de muchos extranjeros ya establecidos. Además, exclusivamente a los extranjeros católicos y procedentes de países amigos, se les ofreció la libertad de naturalización luego de cinco años de residencia en el país. A los nuevos colonos blancos, tanto hombres como mujeres, se les concedían cuatro fanegas y dos séptimos de tierra y la mitad de esa concesión de tierra por cada esclavo que trajera. 
Es con la Real Cédula de Gracias que comienza la historia de los Rivera Burgos y de León Cartagena, tras inmigrar desde Canarias, Andalucía, Cataluña y recibir tierras en los cerros isleños, hoy conocidos como Jájome. Dicha medida, otorgada por Felipe VII, abre las posibilidades para que otro Felipe - cuyas coordenadas históricas son menos fáciles de identificar y rastrear que las de las familias antes mencionadas -, unos cien años después, le dé un giro a la historia. 
El Felipe neo-criollo, pardo hijo de pardos -mestizos que llevaban años aislados en los cerros isleños-, se casa con una de las descendientes de los colonos; se junta con los que vienen a imponer el control, y al hacerlo, desvía las órdenes del real Felipe numerado, derrite los poderes de instituciones españolas, diluye los bordes, las metas, las clases y colores. Al margen de cédulas, documentos, apellidos heredados o impuestos. la entremezcla de hijos y el borujo formado por distintas historias trascienden lo oficial, desplazan al colonizador y comienzan un nuevo pueblo en busca de nuevas cédulas. (Fernando Picó. Cayeyanos: Familias y Solidaridades en la Historia de Cayey. Rio Piedras, PR: Ediciones Huracán, 2007) 
          EL CRIOLLO Y LA PARDA 
“Antes de la antigua carretera PR 15 ser embreada, nosotros teníamos a Mayito; Lile vino después -don Santiago Rivera Burgos nacido y criado en las sínsoras de Cayey-, cuando los americanos llegaron al puente, ya habían tomado a Guayama. Los españoles abandonaron todo y cogieron para los montes. Se veían subir. Se perdieron por todos lados, y diciendo que eran de aquí. Jájome, Carite, Beatriz, La Altura, todo esto se llenó de españoles. Si no, iban presos." 
Don Santiago Rivera Burgos era peón en la fincas en Jájome y Carite de los padres de doña Teresa de Jesús León Cartagena, la abuela. No es de dudar que el apuesto don Santiago, su físico y educación, impresionaran a doña Teresa; quien, a pesar de ser heredera de grandes fincas, guapa y bien criada, dado su fisonomía parda, no tenía todo el estatus que exigían los criterios raciales y sociales de la época, y que compensaba casándose con un peón de obvia ascendencia española, ojos azules y pelo castaño: el criollo y la parda. 
          ABUELO CHAGO Y EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA 
No paro de mirar una copia de la pintura El Pan Nuestro de Cada Día por Ramón Frade. Es como si estuviese mirando a a mi querido abuelo Chago, don Santiago Rivera Burgos. Lo conocí cuando ya él no podía trabajar; aunque me contaba cuentos sobre el Jájome decimonónico. Otros hicieron los cuentos sobre el abuelo: la verticalidad de su conducta, recto, cortés, el que trataba a todos de usted, el que compartía con tantos lo poco que tenía, trabajaba de sol a sol en las fincas de Jájome, y luego bajaba al mercado en Cayey, con mi hermana Ana -otra héroina en la familia- a vender las viandas, aves, huevos. Recuerdo lo que contaba sobre la vida aislada en aquellos montes, antes de que llegara la luz, los carros; su boda con abuela Teresa; cuando los americanos invadieron la isla y subieron a los cerros; lo orgulloso que estaba de haber conocido y visto a Ramón Frade pintar su serie de retratos de los jíbaros puertorriqueños. Recuerdo cuando vinieron a vivir con nosotros en Guayama, y cuando se fue de este mundo, tan tranquilo que estaba, tan lleno de paz. 

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