“La noche de anoche, qué noche la de anoche”, acompañada por "una mujer de ojos color turquesa, rostro de nácar, sentada al lado de un hombre de pelo gris, apuesto galán hacia quien ella extiende lentamente sus angulares y finas manos, uñas rojo encendido, en camino a Punta del Este." De pronto, “sin esperarlo”, un chillido de llantas sin control obligan a la protagonista a retirar las manos, rasgar la tela del asiento, moverlas hacia sus muslos, la falda, la boca. Un suspiro.
Un bolero que continúa antes y después de presionar el freno: un romance cantado por Lucy Fabery. O la Guillot. "El Porsche destruido". Silencio sepulcral. Sonidos de sirenas. Los amantes. Ofuscados recuerdos de la pasada noche, la que duró diez años en cuajar y volvió; empezó la mañana siguiente, un día de San Valentín, relatados por dúos, tríos, combos, tantas voces en bolero, amando en bolero, narran los delirios de "la mujer de ojos color turquesa y largas acicaladas uñas rojo subido", sus lamentos, sentirse engañada, el autor, un galán de pelo gris. "El Porsche destruido.".
-Por qué me llevaste hasta Punta del Este, si sabías que vos no me querías? Mentiras, puras mentiras, tus correos eran puras mentiras. Estoy aturdida.
Y así comenzó el primer capítulo más de un romance separado por miles de millas de distancias, cuerpo con cuerpo, espacios y tiempos curvos, una novela rosa contada en bolero con un final feliz.
-Yo que estaba tan tranquila.
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