Disfruta “un pecado nuevo que quiero estrenar contigo” en la sigilosa voz de Lucho Gatica despierta sospechas. Lo propuesto puede ser el comienzo de algo que explora las fronteras y trasciende el goce sencillo. Busca, propone, quizás, satisfacer algo más que el deseo de amar. Busca querer sin límites.
Tras la ansiedad de tener al amante o a la amante en sus brazos, entregarse por completo, recorrer todas y cada una de sus dormidas emociones, hacer temblar vellos, uñas, querer entrar en espacios prohibidos, desconocidos, encontrar placeres que no quisieran haber conocido, a decir que no, o a dejarse llevar por la rexachiana nave sin rumbo. se pueden esconder motivos que obligan a los amantes a dudar de las implicaciones, las intenciones de estrenar ese pecado nuevo.
-Perdón, si te falté; si no me atreví recorrer rumbos que me parecían perdidos; si no pude explorar lo que consideraba eran tentaciones, poderosos pecados para los cuales no estaba listo, nuevos retos carnales; si temí disfrutar de una lujuria escondida, reprimida, moralizada, disimulada; si no me atreví aceptar que ofrecer un pecado nuevo no tuvo el efecto que buscabas.
-Antes, mucho antes del viaje, del accidente, fue contigo con quien aprendí a explorar nuestros cuerpos, distintas formas de amar, a despertar nuevas y mejores emociones; contigo aprendí a besar sin miedo, a reconocer las múltiples sensaciones, reacciones; aprendí a encontrar con los labios cada estímulo en la piel, saborear poro por poro, dedo por dedo, lágrima por lágrima, grito por grito; aprendí a entregar cada uno de mis órganos, a disfrutar de placeres sin límites.
-El Porsche no era tuyo. Desconfié, sentí miedo, no entendí, y no pude aceptar que antes del accidente, cuerpo con cuerpo, fuimos alumbrados por la luz del otro lado de la luna.
No fue Gatica el primero; ya antes, mucho antes, los amantes pecaron, obligados por Blanca Rosa Gil.
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