“Terminé por pensar que esta edad [80 años], hoy en día, representa o simboliza una culminación: una vida culmina. Es decir que se está, de aquí en adelante, en la última línea recta hacia la muerte, por un lado, y por otro, que se puede considerar que se ha vivido y hecho lo que había para vivir y hacer.// Como todo el mundo, constato que la extensión de la pandemia es potente en el espacio y en el tiempo. las situa.// Ningún sistema de protección es absolutamente preferible ni fácil de elegir según las situaciones.// marcadores de una opacidad de nuestra propia civilización tecno-económica mundial, para la cual la productividad y la aptitud para consumir son los primeros criterios de calidad de la existencia, seguidos por la aptitud a dejarse explotar y someter por las violencias tecno-económicas.” (Jean Luc-Nancy: “La extensión de la pandemia es potente en el espacio y en el tiempo", Página12, 13/09/2020)
No pensaba que estaría de nuevo en ese estado, donde una epidemia se mete tan adentro, que hasta en los sueños se aparecen los amigos queridos. Cotrolado el ser en esta sociedad, como bien plantea el filosófo francés Luc-Nancy, por la tecnoeconomía, sus escalas y sistemas de selectividad, frente a la pandemia, quedamos reducidos a un estado de impotencia, que puede ser subsanado con la oración de Santa Teresa que pide al penitente que tenga paciencia o por los versos de Machado, afirmando que el camino se hace al andar o por saber que en las buenas o en las malas ahí han estado los amigos. Los antiguos mayas creían que la muerte era solamente la disolución de la materia, que ésta perdía la masa que le daba forma concreta. No desaparecían los vivos, se integraban al resto del universo, fuese una pared o fuese un árbol. Consuelan las oraciones y las ideas sobre la vida o la muerte, no eliminan el deseo de tener a los amigos siempre con uno.
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