Saturday, September 19, 2020

QUÉ HACER FRENTE AL CHICO AFEMINADO O LA NENA MACHÚA

La joven maestra se acercó a mi oficina y con la sinceridad que pocos tienen en situaciones donde hay que aceptar los prejuicios, abrirse sin tapujos, contó casi avergonzada, adolorida, porque sentía una ira enorme cuando tenía que trabajar con el chico, su estudiante en escuela primaria,  que era bien afeminado. No era la única ni la última, ni la rabia hacia el otro se limita a los que la sienten frente a los chicos cuyos gestos no responden a los del "macho estereotipado" o las niñas poco femeninas. Incluye a cómo tratamos a los de otro color de piel o etnia o religión, y hasta dentro de un mismo pueblo o grupo, a los que pertenecen a otras clases sociales, económicas. Qué mucho gay o heterosexual se cree que flota sobre los demás por asuntos de estatus, de la percepción del "yo desasociado". 

Frente a las dos situaciones como aquellas que mi estudiante de maestría y maestra de primaria -yo para nada era o soy buen terapeuta- presentó, tuve que separar mi respuesta: primero, ella y su reacción visceral; segundo el chico. Decidí empezar con los sentimientos de ella, aunque destructivos, no se podía negar su existencia. Hablamos un rato sobre la historia de los hombres y mujeres homosexuales y cómo eran usados y maltrados, sin muchos saber verdaderamente lo que causaba la homosexualidad o intersexualidad, y cuán peor era para los que lucían -aunque no fuesen homosexuales-, como lo era su estudiante, afeminados o masculinas. Ella era también víctima de la historia. Luego, sobre el niño y lo que él tenía que vivir todos los días, sin poder articular las vivencias, sensaciones, visión de su diario existir. Algo consolada, dijo que le parecía que la madre lo trataba bien y no era afectada por el “afeminaniento” del hijo. 

No todas las madres o padres o maestros responden con respeto y amor hacia los hijos o hijas que no cumplen con las “normas” que la sociedad formula y organiza en distintos contextos o en cada momento de la historia. Conozco tantos casos, algunos personales, otros contados por amigos y estudiantes, además de los que son discutidos en la literatura sobre el tema. Los suicidios no dejan de aparecer en los diarios. En CCNY tenía una compañera típica católica pequeño burguesa liberal que, de vez en cuando, entraba a mi oficina y me decía que no hablara sobre mi homosexualidad. Si lo hacía era como parte de los contenidos en los cursos. Y no eran los años cincuenta. Eran los ochenta, después de yo haber pasado años en terapia, estudiar y leer extensamente sobre el asunto y participado en activismo político “pos-Stonewall”. Por suerte, tenía otros compañeros que no eran víctimas de la ignoracia ni usaban mi cuerpo para protegerse ellos. La maestra, la madre, el padre, el hermano mayor que reacciona con ira y violencia frente al niño afeminado o niña masculina, dicen más de ellos que de los que a temprana edad viven rodeados de tanta crueldad. 


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