Thursday, September 10, 2020

LA CASTA JÍBARA

De acuerdo a las teorías de castas (véase la extensa literatura y pinturas que discuten y recrean este tema; y otro escrito en este blog sobre un grupo de estudiantes de Educación Bilingüe en CCNY que lo estudiaron después de una visita al Museo Hispánico en Harlem, y apreciaron la colección de pinturas de castas que allí albergan), un jíbaro era el resultado de la mezcla entre lobo y china; el lobo era el resultado de la mezcla entre saltapatrás y mulata; la china, entre morisco y española; el saltapatrás, entre india y chino; la mulata, entre español y africano; el morisco, entre mulato y española. 

El pintor español Luis Paret y Alcázar recrea en el cuadro Autorretrato como jíbaro (1776) a un miembro de esa subcultura puertorriqueña; colectividad conformada por una de las castas que no eran ni criollos ni peninsulares, ni africanos ni arahuacos. En gran medida, respondía a los idearios que fundamentaban la conceptualización de los sujetos que conformaban esta o aquella comunidad, impuesta desde afuera, influenciando leyes, prácticas y la imaginación misma, mediatizada por las representaciones que los que controlaban el “discurso oficial” tenían del "otro". 

En 1849 don Manuel Alonso, nacido en San Juan en octubre de 1822, criollo burgués, estudiante en Barcelona,  publicó El Gíbaro, un cuadro de costumbres de la isla de Puerto Rico.

Frente al heterogéneo escenario evolucionando con fuerza identitaria  en Puerto Rico, desde mediados del siglo XVIII, las instituciones y sus administradores en la antigua colonia española reafirmaron su poder clasificatorio, discriminando y jerarquizando a la población por medio de tipologías de castas, especialmente en aquellos centros de alto intercambio social, incentivando en ciertas zonas rurales políticas de mestizaje y asimilación selectiva, dentro de la lógica de blanqueamiento, al mismo tiempo que se defendieron sistemas de diferenciación internos a través del uso de la terminología de castas. Los sistemas clasificatorios fueron históricamente realimentados o legitimados, desde el poder colonial, a través de tratados filosóficos, teológicos y jurídicos así como por medio de pinturas y de obras de carácter científico (pseudo) que instalaron representaciones sociales y relaciones de poder en un plano de jerarquías étnicas y raciales.

Aparte de cómo fuimos nombrados, lo que no es ideología o tratado pseudocientífico o parte de un sistema sociopolítico, es que hubo un grupo de gente que crearon una subcultura con sus características propias, incluyendo narrativas, música, comidas, bailes y por unos cuantos siglos preservaron un español arcaico, unas formas de tratarse mutuamente -compadrazgo, usted y tenga-, a la vez que codificaron la vida rural en los cerros isleños. 

(Y luego de repasar y comenzar a organizar notas sobre este tema, pasmarme ante las lecturas y escrituras académicas encapsuladas en el costumbrismo y sus críticos urbanos y urbanizados, prejuiciadas y pobremente informadas, buscar nuevas fuentes y enfoques mejor pensados y documentados, agarro mi cuatro, el tiple y el güiro, grito un "lelolai esgalillao" y le canto un seis cayeyano a mis antepasados jíbaros que han estado -algunos nunca bajaron de esos cerros- diciendo con orgullos: "somos jíbaros, y qué"; desde que así fueron clasificados por los poderes "divinos" que tenían los europeos colonizadores.)

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