Sunday, September 20, 2020

EL BOLITERO DE LA PLACITA DE SANTURCE

Debe estar cerca de los cien años. Hasta antes del huracán María se lo veía bien vestido, con sombrero, su libretita de bolitero y bolsa donde guardaba los cigarriilos que vendía al detal. Lo oí decir que tenía noventa y pico de años. No los aparentaba. Que vivía allí cerca, en algunos de los pequeños apartamentos interiores o, quizás, alquilaba un cuarto. Si pasaba uno de los malandrines que, a veces, andan al acecho por La Placita de Santurce, los señalaba: “A ese hay que velarlo”. Su voz era clara y nada avejentada. De no dudar que no se dejaba joder tan fácilmente. No sé su nombre. Después de María, perdió el antiguo domicilio y se mudó a uno de los cuartos que alquilan directamente frente a mi apartamento. Lo veía entrar y salir y seguir con su negocio, parte de la economía subterránea en Puerto Rico, que genera tanto dinero como la que produce el PIB de la isla de los espantos. Después del terremoto, perdió algo: el cuarto, su lucidez, su vestir acicalado, su  negocio. Muchas noches duerme en los bancos de La Placita, y, de vez en cuando, pasa su hijo en un carro destartalado (contado por otros miembros de los que por allí trabajan en labores informales) y se lo lleva a dormir con él. Otras noches, prefiere dormir en los bancos. Es cuidado por los que también viven de la economía informal, quienes hasta reportaron el caso al Departamento de la Familia, y quien conoce cómo funciona el gobierno de Puerto Rico debe poder concluir la respuesta: “nadita de nada”. Quienes lo cuidan -el señor que recoge y bota la basura de los bares, la señora que limpia casas y vive cerca, el muchacho con pinta de adicto, que tiene su propio negocio de valet parking con los estacionamientos públicos, la joven bastante desnutrida que hace de todo y no pregunta, ni debe uno preguntar- recogen dinero para comprarle comida, lo recortan, comentan sobre su estado, le han llamado la ambulancia unas cuantas veces, se aseguran que cuando duerme en La Placita, cada mañana, esté vivo. 

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