Despotricas contra Trump (el hijo que olvida que sus padres eran inmigrantes que una vez fueron pobres e indocumentados) mientras haces alarde de tu familia (consanguínea sí; históricamente no lo fuiste) burguesa latinoamericana. No puede ser fácil para ti tener de frente a Trump en tu espejo, mirándote, diciendo que ustedes no son iguales, que tú bordeas en una sub-especie.
Despotricas contra Trump, no porque fundamentalmente te molestan los abusos, el racismo o elitismo de clases. Lo haces porque no te queda otro remedio. El espejo donde te miras ya no te puede engañar; quizás antes no lo oías y la voz de Trump se unió a la del espejo. Debe ser difícil tratar de resolver ese conflicto interno, que ya había hecho su entrada en tu psiquis mucho antes de Trump.
Despotricas contra Trump porque éste te recuerda el pasado que no querías ver: tuviste que inmigrara porque en tu país eras otro muerto de hambre. Ni tu maravillosa pronunciación, fonemas impecables, palabras cultas te salvan de las escalas y valores que, por un lado defiendes, y, por otro, cuando te miras en en el espejo de nada te sirven. Trump te dice que no son iguales.
Despotrica Trump porque él te ve en su espejo.
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