Monday, August 24, 2020

EL SÍNDROME DE ESTOCOLMO EN UN BEAUTY DE PONCE

“I could have freed a thousand more if only they knew they were slaves.” (Harriet Tubman)

La escritora puertorriqueña Carmen Lugo ambientó unos de sus cuentos sobre relaciones entre hombres y mujeres, y entre mujeres mismas, en una peluquería de Ponce, sin nunca mencionar expresamente la extensamente investigada patología sicológica conocida como el Síndrome de Estocolmo. Relata lo experimentado, vivido, en un “beauty” donde van clientas de las clases medias y los efectos que tienen las últimas sobre las peluqueras, manicuristas y otras empleadas. En algunos de sus cuentos, la reconocida autora describe con precisión cómo una persona o un grupo puede interiorzar las ideas e intereses de otros, sin darse cuenta, convirtiédose en marionetas o calcos o fotutos de los que -conscientemente o no- los atrapan en sus tentáculos sicológicos. 

Acostumbrado a lidiar con gente que gustan poner a la defensiva a otros (ser homosexual, transexual masculino, un jíbaro pobre en Guayama, puertorriqueño en Nueva York me preparó para distinguir cuándo responder a los que gustan de poner a la defensiva y cuándo dejar que la historia se encargue); haber estudiado el tema en Teachers College, Columbia University; leído literatura especializada que lo explica teorica y empiricamente; novelas, cuentos y poesías que lo recrean en sus ficciones; visto cine y teatro que recogen las vidas de aquellos que ponen y son puestos a la defensiva; discutido con mis compañeros profesores que dedicaron sus vidas profesionales a teorizar y mostrar cómo es puesto en práctica -desde las guerras hasta los hombres y mujeres que no pueden vivir sino es controlando a los demás; tener amigos íntimos por unas cuantas décadas, que son sicólogos clínicos graduados de universidades “IV League”, me siento bien cómodo y diestro en cómo enfrentar a los que ponen a la defensiva; y poder ayudar a deshenebrar a los que son tratados como blancos de ataques; y el Síndrome de Estocolmo es una forma de abordar el asunto.

Este complejo fenómeno ha sido estudiado y discutido por jueces y abogados, científicos sociales, psicólogos, psiquiatras, literatos, cineastas y aqueja a personas o grupos a quienes les desmantelan las defensas para transformarlos en sujetos bajo el control de los que quieren tenerlos bajo su yugo. Franz Fanon lo describe para explicar cómo los negros han sido manipulados por los blancos en las colonias americanas; Paulo Freire usa los mismos planteamientos para demostrar las relaciones entre clases económicas, y postular sus ideas sobre la opresión que ciertas grupos ejercen sobre otras; Gloria Steinen hace lo mismo con las relaciones entre hombres y mujeres; Barbara Koester (amiga personal, sicoanalista y exdirectora del Franfürter Fraunschule), estudia lo opuesto y dedicó su práctica profesional a estudiar y trabajar como terapeuta con mujeres, econtrando muchos casos de féminas que controlan a los hombres, usando las técnicas que caen bajo el antes nombrado síndrome. Algunos usan sus cuerpos. 

En City College tuve compañeros que dedicaron sus investigaciones a este fenómeno sicológico. La literatura académica en los campos de la sicología, ciencias políticas, sociología, pedagovía está saturada con estudio tras estudio, describiendo las técnicas usadas por los “controladores”, que varían dependiendo de la maestría que estos últimos tengan, y cuán consciente o no está el sujeto, blanco del control, de su papel en las relaciones. Quienes estén conscientes de su estado, siguiendo la cita de Taubman, podrán liberarse de las cadenas mentales que los oprimen. Los que no, pueden ser destruidos sin darse cuenta. 

Entre tantas que han sido identificadas, una de las técnicas más comunes y fáciles de detectar consiste en acusar a los sujetos bajo posible control, de “estar a la defensiva”; en particular cuando los que son manipulados se resisten. Las luchas polarizadas en la política y diario vivir en los EEUU ha sido reducida a una lucha donde un grupo acusa al otro de tratar de controlar la consciencia colectiva: a a los que demandan derechos civiles, de jugar el papel de víctimas. Bueno, que si lo han sido por ser mujeres ultrajadas, negros asesinados, mulatos usados como filtro racial, pues, qué más pueden hacer si no es protestar. “Tirarle el mono encima” es la forma popular de decirlo: tratan de lograr que los sujetos se den por vencidos, “suspendan las defensas”, y asuman las mismas posturas del manipulador, o que se derrumban mental y emocionalmete; sea el esclavista o los maridos super machos, las esposas super neuróticas, las madres abnegadas, los racistas u homofóbicos. 

“You will not shut me off”: decían las feministas cuando empezaron a marchar por sus derechos y justicia; y dejar de continuar siendo las víctimas de los que querían derrumbarle sus defensas y convertirlas en sujetos dóciles, doblegados. No es lo mismo un neurótico paranoide que un esclavo o una mujer abusada por su marido o un marido que cae en los tentáculos de mujeres que son -como las describió mi amiga sicoanalista alemana”- “vaginas and claws”. Desde el 1969 comencé a marchar pro derechos de las comunidades lbgtti, bajo el lema: “no vamos a regresar al clóset”; y a luchar contra los que usan el Síndrome de Estocolmo como arma de control. No somos calcos ni arcilla ni "loquitas peluqueras” en un beauty en Ponce convertidos en versiones, caricaturas de otras caricaturas.  


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