No se puede confundir la representación con la realidad; mucho más compleja y profunda que la iconografía que se usa para describir, codificar a la gente, hombres o mujeres, adultos o niños. En este blog he escrito sobre el diario vivir de distintos grupos -jíbaros, homosexuales, lesbianas, puertorriqueñes en Nueva York- y las imágenes que han sido usadas para representarlos. Una de las grandes modificaciones que se pueden observar en los tiempos contemporáneos y que marca una clara diferencia en relación con lo que sucedía no hace mucho tiempo atrás, es la valorización de tal o cual tipo de mujer: el desnudo de la “Maja” no causa escándalo; la mujer representada como un objeto sexual o enmarcada en las relaciones de pareja, no como un ser autosuficiente o dependiente del hombre, ha pasado a un plano donde la mujer es agente activo en su forma de ser, vivir. Ana Lydia Vega no es lo que fue Julia de Burgos, aunque la del espejo y el rio sentara las bases para que la “bullanguera y zafia” escribiera lo que hoy relata sobre las mujeres.
No hace muchas décadas atrás, la mujer idealizada -en oposición a la deseada- era la que cumplía con ciertas ideas formuladas en torno a un fenotipo en particular, color de piel, facciones, cuerpo, que procedía de cierta clase, y jugaba un rol específico en la familia; nacía para estar a cargo de cada una de las diferentes actividades o cuidados del hogar y de la vida en comunidad. Por supuesto, en la actualidad aún se pueden encontrar este tipo de manifestaciones de la vida social, pero es claro que la representación de la mujer -como las de otros grupos- ha cambiado. Es cada vez más común encontrar a las mujeres en espacios académicos, de formación universitaria, en puestos que implican el acceso a la toma de decisiones que son relevantes para grandes grupos poblacionales. En otras palabras, se ha presentado una apertura al mundo que es innegable.
Distintas doctrinas que se encuentran relacionadas con discursos y narrativas formuladas por grupos políticos, económicos, científicos o de otras ramas intelectuales han influenciado cambios en cómo la mujer es conceptualizada, iconizada. El feminismo y los movimientos en pro de la liberación de la mujer, la necesidad de la mujer a salir a trabajar fuera de la casa han sido fundamentales, posibilitado esta nueva forma de proyectar cierto tipo de mujer; que permiten comprender la vida social, que por cierto, se extiende cada vez hasta lo más profundo de la sociedad actual. No solo las doctrinas influyen el corpus visual o textual. Las tendencias que surgen del pueblo mismo, la cultura popular tambien aportan a lo que se valoriza: entre ellas, la normalIzación de lo “cafre”. La mujer que Mona Marti representaba (sobria, conservadora, recta, de cierta clase y raza) ha sido reemplazada por imágenes de la mujer bocona, sandunguera, vestida con originales o copias de relojes y carteras de marca, a veces, algo arrabalera, con dinero, desafiante, tipo Maripili.
Distintas doctrinas que se encuentran relacionadas con discursos y narrativas formuladas por grupos políticos, económicos, científicos o de otras ramas intelectuales han influenciado cambios en cómo la mujer es conceptualizada, iconizada. El feminismo y los movimientos en pro de la liberación de la mujer, la necesidad de la mujer a salir a trabajar fuera de la casa han sido fundamentales, posibilitado esta nueva forma de proyectar cierto tipo de mujer; que permiten comprender la vida social, que por cierto, se extiende cada vez hasta lo más profundo de la sociedad actual. No solo las doctrinas influyen el corpus visual o textual. Las tendencias que surgen del pueblo mismo, la cultura popular tambien aportan a lo que se valoriza: entre ellas, la normalIzación de lo “cafre”. La mujer que Mona Marti representaba (sobria, conservadora, recta, de cierta clase y raza) ha sido reemplazada por imágenes de la mujer bocona, sandunguera, vestida con originales o copias de relojes y carteras de marca, a veces, algo arrabalera, con dinero, desafiante, tipo Maripili.
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