Ante los garabatos que trazó en el papel, el niño, muy seguro de sí mismo, contó una historia que él controlaba. Toda niña o niño de esa edad hace lo mismo: inventa, dice lo que cree es la historia. Lee lo que escribe porque lo escrito representa lo que el autor decide qué es lo contado en el “garabato”. Años más tarde o meses, quizás, puede que sepa que lo escrito no lo controla por completo el escritor, y cuando le preguntan qué dicen las letras o garabatos o números contesta: “No sabo”.
“Literacy literally changes the human brain. The process of learning to read changes our brain, but so does what we read, how we read and on what we read (print, e-reader, phone, laptop)", escribió Maryanne Woolf. (“Screen-based online learning will change kids' brains. Are we ready for that?”, The Guardian, August 24, 2020.)
El lector que lee mis escritos con tono y temas costumbristas y los reduce a esa tendencia literaria, falla al no darse cuenta que los costumbristas anteriores no escribían sobre travestis sin tapujos, comiendo alcapurrias en la Placita de Santurce, o sobre jíbaros “aguzaos” en los niuyores, autosuficientes, nada patéticos, ni tampoco ahogados por la historia. Mucho menos, se dará cuenta de que lo escrito con aparentes influencias de otras tendencias, puede que sea una crítica travestida, revertida de cómo son abordados ciertos temas. No es lo mismo escribir sobre una draga que se llama Miss Mira Mira en el Niuyork de los ochenta, que recrear sin miramientos a una copia casi exacta de la Judy Garland.
“Literacy literally changes the human brain. The process of learning to read changes our brain, but so does what we read, how we read and on what we read (print, e-reader, phone, laptop)", escribió Maryanne Woolf. (“Screen-based online learning will change kids' brains. Are we ready for that?”, The Guardian, August 24, 2020.)
El lector que lee mis escritos con tono y temas costumbristas y los reduce a esa tendencia literaria, falla al no darse cuenta que los costumbristas anteriores no escribían sobre travestis sin tapujos, comiendo alcapurrias en la Placita de Santurce, o sobre jíbaros “aguzaos” en los niuyores, autosuficientes, nada patéticos, ni tampoco ahogados por la historia. Mucho menos, se dará cuenta de que lo escrito con aparentes influencias de otras tendencias, puede que sea una crítica travestida, revertida de cómo son abordados ciertos temas. No es lo mismo escribir sobre una draga que se llama Miss Mira Mira en el Niuyork de los ochenta, que recrear sin miramientos a una copia casi exacta de la Judy Garland.
Hacia finales de los setenta, durante un congreso literario en City College, algunos niuyoricans, liderados por Nicholasa Mohr, plantaron cara y criticaron con severidad a dos o tres autores boricuas de moda y llenos de sí mismos, la “creme de la creme’ de las letras puertorriqueñas en la isla, por representar en sus cuentos y ensayos a los migrantes boricuaa en los EEUU como seres que no saben hablar ni inglés ni español, cafres, incapaces de ser sujetos activos en sus vidas y en la comunidad. Los muy reconocidos autores isleños se fueron a la defensiva. Una de ellas hasta lloró. Los niuyoricans pudieron leer más allá de lo que los autores no esperaban haber escrito.
Un número significativo de estudiantes latinos en el Programa de Educación Bilingüe en CCNY, que estudiaron sus pregrados en Latinoamérica, tenían mucha dificultad comprendiendo los escritos en español de autores latinoamericanos que investigaban, exploraban los distintos modos de pensar que tienen los estudiantes frente a la escritura o lecturas. Para lograr que comprendieran los textos hice uso de los planteamientos que sugieren métodos didácticos fudamentados en lo que es conocido como “teorías de cohesión textual”. Para cada artículo asignado, preparaba preguntas y ejercicios que sirvieran de guía a los estudiantes de maestría. (En otro escrito publicado en este blog exploro cómo distintos grupos de estudiantes, lectores "latinos" y “americanos” que hablan español como segunda lengua, responden a los poemas afroantillanos de Palés Matos, Cabral y Guillén)
En el libro Sor Juana Inez de la Cruz o las trampas de la fe, Octavio Paz habla sobre las muches veces que tuvo que volver a leer a la monja poeta. Nada nuevo sobre el tapete, yo no paro de leer a José Ángel Buesa, me ayuda a conocer y disfrutar del amor desde tantas y distintas maneras. Y con Buesa le digo a los textos, igualito a cómo he leído los deseos: “pasarás por mi vida sin saber que pasaste// te diré sonriente: «No es nada... Ha sido el viento». Me enjugaré una lágrima... ¡y jamás lo sabrás!”.
(anuncio no pagado y colado: mi novela inédita, Montevideo a Punta en voz de la Tellado, escrita en bolero, explora las distintas lecturas del amor que el amante, bailarín, bolerista de clavo pasado a lo "moi" hace en momentos diferentes, a través de distinas versiones -sea Tito Rodríguez o María Marta Serra Lima- de algunas piezas, representativas del género musical que es y fue tan influenciado por la poesía de Buesa: “Quizá pases con otro que te diga al oído”, o que te lea de otra forma y logre sensaciones nuevas, apabulladoras, con “esas frases que nadie como yo te dirá”, escribirá.)
(anuncio no pagado y colado: mi novela inédita, Montevideo a Punta en voz de la Tellado, escrita en bolero, explora las distintas lecturas del amor que el amante, bailarín, bolerista de clavo pasado a lo "moi" hace en momentos diferentes, a través de distinas versiones -sea Tito Rodríguez o María Marta Serra Lima- de algunas piezas, representativas del género musical que es y fue tan influenciado por la poesía de Buesa: “Quizá pases con otro que te diga al oído”, o que te lea de otra forma y logre sensaciones nuevas, apabulladoras, con “esas frases que nadie como yo te dirá”, escribirá.)
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