- Sweetie, que si uno no se fija con detenimiento, a ellos no les importa guardar las copias y dejarte en el limbo. Y eres tú el responsable de todo, de todo.
Ciego por un ojo, con cataratas en el otro, descuidado y torpe por naturaleza no son las mejores cualidades para ser disciplinado, aplicado y diligente. Que para eso les pagué a los editores miles de dólares, y no para terminar deprimido, colgado, embrolla’o hasta donde se dice “made in Japan” y con la ilusión por el piso.
The inner bitch es lo que le sale para afuera, dentro de su modelo de agresividad controlada, diplomática, metódica y disciplinada, nada de inner child a lo sicóloga de California. She is a bitch; y si uno no la conoce, uno diría, she is a sweetheart. A sweetheart she is not. Es como dicen por ahí, en lingo pseudo psicológica gringa del Upper West Side, una pasivo-agresiva.
Vive en New Jersey, the bastion and refuge of the bridge and tunnel crowd, porque, y que Manhattan la sofoca. Es ella la que sofoca a Manhattan. Cuando cruza el túnel porque nunca lo hace por el puente, - jamas va a pasar por Washington Heights, y me espera en cualquier esquina de la Universidad de Columbia hacia abajo. De ahí hacia arriba no sube. Donde me espere, mira con un no se qué a la ciudad, que quien, vuelvo y repito, no la conoce, pensaría que es un aburrido existencialista. Pues no, que cuando me espera, anda tasando a los niuyorkinos como si fuesen reses en el matadero.
- Sweetie – me dice – la próxima vez me los envías y ya sabes que no te fallo, te reviso y señalo lo que tienes que arreglar.
Ni loca al cuadrado le doy mis manuscritos. Con lo puntillosa, antiséptico y atomista que es me llevaría al manicomio donde se encuentran desde Artaud hasta la Cuqui Pérez. No, que no quiero que me obligue a pasar cien años mas de soledad junto a textos que terminarían siendo arcaísmo literarios.
- ¡Allá tú!- me dijo una vez le expliqué que no pensaba pasar más trabajo de la cuenta, que las comas no me importaban, que los guiones me tenían sin cuidado, que los puntos se acabaron y que sí, que fuésemos a un bistró.
The inner bitch from New Jersey, aunque es una jíbara gay puertorra, no come comida criolla. Frente al pate de foie gras y un albariño, - no muy frio, por favor – pasamos una tarde de mucho amor en Manhattan.