Monday, July 16, 2012

Divinas en SoHo

Ayer, pasado efímero, me sentía como lo que puedo ser: una loca diviiina. Dialogué con las pinturas en un paseo por una galería con un cóctel en la mano, disfrute total, paré frente a un grupo de conocidos, - hola, que tal-, conocidos que se repiten de coctel gratis en coctel gratis, gozo completo, conversé sobre el arte, simpatía plena, dije adiosito de lejos con los dedos de mi mano derecha, vida al borde de la felicidad.

Sé que mi sensibilidad les molesta a las liberales ortodoxas, en particular a las feministas que no soportan los hombres amanerados; y yo lo soy. No puedo con ellas. ¡Qué se fastidien las nenas! Saludo, me muevo y sonrío con plasticidad flamenca. Flamenca de Flandes, no de Andalucía. Aunque, a veces, cante jondo. Como siempre, todo puede marchar muy bien, hasta que un cóctel de más desmantela mis posturas. Me explico.

No hace mucho, en uno de los locales de moda, en el siempre y eternamente bohemio downtown, trago en mano, le respondí a una señora que me preguntó si era tímido, -no sé socializar-. Arqueé mi ceja derecha, pensé un segundo, la miré atentamente, sonreí sin enseñar los dientes y continué, -solamente puedo construir jerarquías intelectuales, ser sarcástico, morir de pie-. La señora, a través de una sonrisa rectangularmente perfecta, gimió un casi ladrido gutural de simpatía programada. Formé una curva con mis sutilmente apretados labios, me excusé y seguí tomando; amanecí con una resaca de madre.

El mal estado, los dolorcitos de cabeza se están convirtiendo en algo muy rutinario, y, para empeorar la cosa, me paso el día después de los cócteles, avergonzado por mis cambios de conducta: de poseedor de modales propios y agradables a uno donde la rabia es la que habla.

El comentario y el tono con que lo emití, productos de un ambiente donde el razonamiento diplomático no era usado en reuniones familiares, son un no no en actos pseudo-literarios. Me recuerdo a Pascual Duarte cuando pasea por primera vez por El Retiro. El acuchilló a alguien; yo insulto.

Tacto fue lo que lo que tuve que tener ante una teatrera-miembro de una de estas escuelas de artes latinoamericanas que apoyan, defienden todo lo que sugiera que el sur también existe. La nena no distinguía entre experimentar, luchas sociales y etnicismo. Frente a aquello, no pude controlarme. Cuando detecté una de sus muchas contradicciones, le disparé mi trillado discurso sobre este asunto. Sin pestañear le dije:

- Mira nena, yo sé que estar al margen está de moda. Ahora, ¿me oyes, al margen de qué? Eso es lo que hay que aclarar. Incluso, entre ciertos sectores de las artes y la crítica…..,

Ella continuaba pacientemente esperando por el momento oportuno para contraatacar. Yo, ni loca loca, le iba a dar espacio. Seguí con mi discurso, --…uno, lo que necesita en estos momentos, el uno pronombre, es darse un paseo por los pasillos de las academias...

- Mira nena, no seas tan proto-tipo-, le dije y ella ante aquella retahíla de borbotones sin son ni ton me miró como si hubiese dicho, - pasé, este señor está pasé-. Aprovechó el momento en que me servía cualquier trago que pudiese encontrar para desaparecerse de mi lado, seguí con quien me encontrara de por medio.

Durante de resaca y después de los insultos, gracias a San Agustín, reflexiono; y gracias a los instintos, ya que por culpa de ellos a menudo meto la pata, aprendo. De hoy en adelante el tacto será una idea convertida en práctica. Me lo prometo. Ante mi espejo, me miro y digo, - divina, soy una loca divina-.


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