“Recuerda que tan sólo de verme tú temblabas….”
Y entonces es quien te acompaña durante la tercera edad, junto a la salud, ritmos vitales, las manías de viejo, los consejos de los más jóvenes, los amores filmados en la memoria.
“Y aunque un aparente olvido a ti te asombre,
dime que harás cuando alguien
sin querer me nombre,”
Dormir como un bebé no se aplica a los sesentones. Me quedé dormido a las ocho de la noche. Las noticias se repiten y las catástrofes colectivas no comparan con las personales. No peques de malagradecido, me digo. Desperté a las 11:00, el televisor seguía mostrando el fin del mundo – eso me dijo un pentecostal; y cuando le pregunté, cuándo comenzó ese fin, me miró muy mal. Apagué el televisor, la tecnología me arregla los huesos y me despierta todas las noches, me dormí de nuevo para ser despertado por la próstata, activada por una buena cerveza alemana a los compas de un bolero: y entonces.
"Y entonces", nos dice el hermoso bolero de Sylvia Rexach, donde la sentencia es a la misma vez pregunta e imperativa, conjunción o adverbio, o simplemente pausa estilística; decidí seguir el día.
“¡ay! pobre de tus noches si las usas
para olvidarte de mí.”
No salga de noche, don Gerardo, me aconsejan mis amigos más jóvenes. Les hago caso y me quedo dormido a las ocho. Y entonces……
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