Durante un seminario sobre autoestima y educación, Lillian Weber criticó contundentemente a las tendencias muy de moda por aquella época, los años setentas, en las escuelas de los EEUU que seguían modelos educativos fundamentados en el conductismo clásico: actividades programadas y dirigidas especificamente a mejorar cómo se sentían y percibían a sí mismos los estudiantes. Lillian Weber propuso que lo que había que hacer era lograr que los estudiantes aprendiesen a explorar sus intereses, a estructurar su propio aprendizaje, guiados por los docentes, pero como sujetos activos en el proceso de enseñanza y aprendiza; que si los estudiantes se veían como protagonistas en sus propias vidas, su auto estima se solidificaría; lograrían reconocer que podían aprender por su cuenta, sentirían muy bien con ellos mismos.
En las clases medias con recursos, las familias puede que ayuden a su prole con la adquisición de un sentido seguro del yo como agente de su propio aprendizaje. No es así necesariamente en hogares con menos recursos y mucha demanda, el estudiante puede enfrentarse a barreras y limitaciones que no son resueltas por el solo estar en un salón donde todo es controlado por el maestro y el curriculo estratrificado, y no se fomenta ni ayuda a cada estudiante a explorar y conocer su capacidad para organizar sus tareas educativas y aprendizaje.
Guayama, Escuela Superior, Clase de Biología (1959): La tarea era màs complicada que las anteriores: incluía plantear un problema, diseñar un método, usar la naturaleza como fuente. medio, sujeto, llevar a cabo la investigación, y presentar los resultados. Por primera vez, fuimos asignados una tarea que no consistía en seguir instrucciones bien especificas; había que organizar sub-tareas y planificar por su cuenta sin la ayuda del maestro. Escogí estudiar algo con conejillos de indias. Los busquè y no comprè. Muy caros. Terminé presentando unas gráficas, escritas a mano en una cartulina. Nervioso, casi no podía hablar, nada claro, poco coherente.
Nunca recibí apoyo con aquel proyecto. Recuerdo dos o tres proyectos que fueron elogiados, y no dudo que sacaron excelentes notas. Yo no pude haber recibido más de una C, ni fracaso, ni razón para celebrar. Años más tarde sigo casi avergonzado por aquel fracaso: parado frente a mi cartulina, escrita a mano, con gráficas mal dibujadas, tratando de explicar algo que tenía que ver con conejillos de indias.
Avergonzado por culpa de maestros que te dan tareas sin saber si puedes o no llevarlas a cabo, por la pobreza que no permite buscar los recursos ni pagar por los mismos para que alguien -más allá de padres con muy poca escolaridad- ayude a entender qué es estudiar, cómo estudiamos, qué preguntas haces, a quién le preguntas sobre un proyecto para una feria de ciencia, con conejillos de indias que no podía comprar. No podía pagar por los materiales, mucho menos, diseñar un estudio sobre los muy lindos animalitos, llevarlo a cabo y explicarlo como hicieron aquellos otros compañeros -hijos de médicos, abogados y maestros del pueblo-, que luego fueron invitados a otras ferias de ciencia a presentar sus proyectos.
Tareas para ferias de ciencia, que marcan y sirven para identificar quién tiene los recursos y quién no puede ni comprar un "gūimo"; peor, no tener a alguien, que entienda la tarea, y te ayude a estudiar conejillos de indias.
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