Con la Biblia en mano, la casi beata citaba lo que le convenía para así despreciar, discriminar a los que ella consideraba “endiablados”, sin darse cuenta -de partir de sus creencias- que su odio era bien diabólico. Su odio hacía daño, mucho daño. En su cara se notaba el gozo que sentía cuando soltaba una de las frases de tal capítulo, tal versículo, tal proverbio, tal parábola en la oficina del profesor abiertamente homosexual, sin importarle lo que él sentía, cuando ella no iba con la intención de recibir orientación académica ni a aprender sobre intertextualidades, apropaciones narrativas que en la Biblia aparecían como originales, cuando los estudios arqueológicos comprobaban que muchos de los escritos en el texto "sagrado" eran adaptaciones de relatos babilónicos que no tenían nada que ver con lo que los hebreos reclamaban eran versiones originales. Eso de estar mintiendo, diciendo que algo es de uno, y no que ha sido robado, es bien diabólico; y ella había caído en la trampa. Pobre Biblia, usada para mentir por los siglos de los siglos, en manos de una diabla. Cosas del diablo en CCNY.
Thursday, March 14, 2019
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