La penetración en la vista de un hombre que desea -sea otro cuerpo o una comida gratis- puede llevar a textos como los de Jean Genet o a blogs sobre ojos de gays que se repiten; que no siguen la sugerencia de Einstein: el mismo experimento no consigue resultados distintos.
En el restaurante, los ojos no buscaban otro cuerpo. No eran los de Querelle. Buscaban lo que nunca tuvo, sentirse que era parte de un mundo, que de por sí, dijo un marxista, es una falsa histórica, y que de existir, él, por su condición y procedencia, hubiese sido un apéndice. Los dos ojos, redonditos, negros -herencia de indígena americano, su pelo grueso, alámbrico, canoso, que ya habían logrado vender y aprovecharse del momento, adquirieron su nueva expresión. Se repitieron, no porque cargaban violencia y líbido a lo Genet, porque llevaban unas cuantas décadas con el mismo experimento.
En el restaurante, los ojos no buscaban otro cuerpo. No eran los de Querelle. Buscaban lo que nunca tuvo, sentirse que era parte de un mundo, que de por sí, dijo un marxista, es una falsa histórica, y que de existir, él, por su condición y procedencia, hubiese sido un apéndice. Los dos ojos, redonditos, negros -herencia de indígena americano, su pelo grueso, alámbrico, canoso, que ya habían logrado vender y aprovecharse del momento, adquirieron su nueva expresión. Se repitieron, no porque cargaban violencia y líbido a lo Genet, porque llevaban unas cuantas décadas con el mismo experimento.
No comments:
Post a Comment