Thursday, September 15, 2016

Cerca de la muerte, dentro de la locura sin bordes, sus lecturas

Durante ocasiones anteriores, cuando terminé mis dos relaciones románticas importantes, no perdí el juicio, no me volví "loco temporal". ¿Por que ahora? La edad no debió ser impedimento; al contrario, sostén como resultado de la experiencia. Los controles anteriores escondieron lo sentido, negaron la pérdida. Hubo locura disciplinada. En los quebrados anteriores las lecturas sirvieron de estructura; en el de ahora, aunque por un lado, ayudaron a mantener el limitado juicio, fueron parte de la causa.

En los cuentos que oía en Guayama sobre cartas inéditas que Palés Matos le escribió a su amor imposible: una joven blanca, aristocrática, del muy racialmente dividido pueblo de aquellas épocas, a la que el poeta mulato no podía ni acercársele; en las cartas de una monja portuguesa, Mariana Alcoforado, una joven monja, abandonada por su amado después de una breve y apasionada relación; en Kafka y Felice, Amorim y Lorca, Sor Juana y el Arzobispo, Florentino Ariza y Fermina Daza; en tantos amores no consumados, y epístolas que testificaron sobre los mismos; en las lecturas sobre viejos que son víctimas de fraude en la red cibernética, encontré las fuentes de la "locura temporal".

A esa tercera edad cuando el fin del camino se acerca, todo aquello que las lecturas anteriores ayudaron a formar, lo descarrila. La vergüenza, el dolor visceral, el miedo, el odio, la ira, la venganza, una vez despreciadas por la juventud irreverente y transgresora, se apoderan de uno, y tumban, desmantelan las defensas. Y en gran medida, por haberse hecho parte del psique, moldeándolo, las lecturas activaron el desquicio del mismo, lo derrumbaron; también sirvieron para encaminar de nuevo las rutinas y la escritura de un viejo lastimado, mejor informado. Esperemos que otras lecturas, en su suma, no nos fragmenten otra vez. Puede que para ese momento, no importen.

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