El Plancha Boricua encontró literatura en la angustia, lo grotesco, parasiteando la maldad y el dolor ajeno, la suya, el suyo -como sugiere Rima Brusi, en el regalo que da la tristeza, generosa, acercando la crueldad al arte mismo, "a su posibilidad hecha palabra"-, en la desestabilización emocional causada por las relaciones asimétricas que se daban entre el Principito Uruguayo y los viejos que el primero conquistaba. En cada caso, cada viejo revelaba sus muchos años de historia; usaba cada filamento de su larga vida, en busca de ser deseado, mimado, conquistado por la juventud perdida.
Cada uno era el espejo de Constantine P. Cavafi, y El Plancha Boricua decidió brillar el espejo, mantenerlo reluciente, aumentar su esplendor, hasta que el Principito Uruguayo no se satisficiera con solamente conquistar a los viejos dentro del espejo; que fuese sofocado por sus deseos de entrar en el mismo sin poder lograrlo, ahogado por su propio morbo, su propio sadismo, su humor negro.
No comments:
Post a Comment