En vez de la navaja que usaba Querelle, estaba la lengua de El Principito Uruguayo, sus comentarios deshonestos. En ambos: sus deseos de destruir, sadismo verbal, humor negro. En vez de los bares donde se acercaban las putas y putos franceses al brillo y filo de la cuchilla del chulo francés, estaba la red cibernética donde los viejos mestizos leían y oían el racismo vestido de humor cínico, la crueldad del siniestro "mischling", el casanova sudamericano. Cuando se dieron cuenta, los objetos de Querelle estaban sin vida; los del principito, sin ego. Ambos, seres sin pizca de moral, completamente despreocupados por las consecuencias de sus actos, solo buscaban satisfacer su morbo. Sus víctimas en busca de ser dominados. Ambos encontraron autores: Querelle a Genet; el principito a uno de los planchas que tanto despreciaba.
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