A Barbara Koester, Gūnter Heins y Sigrid Schmidt:
La una: casi cuarenta años más tarde sigue conmigo: directa, sincera ("she does not hold hostages"), sin presunciones ni poses falsas, guapa, guapísima, culta, con muy buen gusto, y bien criada.
La otra: buena, tranquila, huraña, retraída, no pudo resolver las contradicciones que presentaban su crianza, el choque entre el mundo que quería vivir y el mundo que siempre está listo, en espera de ser manejado. Se perdió, enajenó de la realidad concreta. No pudo negociarla.
Tú: el sida acabó con tu vida irreverente, inteligencia, joie de vibre, chispa, capacidad para ajustarte a los distintos entornos, tu look de joven Marlon Brando (dicho por otros), y lo que ahora vuelvo a apreciar, cuando dijiste que ellas dos, niñas que procedecían de la alta burguesía, y tú, campesino criado entre vacas y huertos, las disfrutabas por lo que eran. Nunca trataste ser igual que ellas, y ellas te aceptaban como eras.
Nosotros: ¡Que muchos jodimos, los cuatro, en pandilla, o cada uno por su lado, durante esos diez años juntos!
Anoche: la una y yo, dos setentones, los recordamos. Seguimos juntos. El amor y la verdad aprietan los nudos que unen a la gente, o si no, su ausencia los deshace.
Tuesday, September 13, 2016
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