Monday, September 19, 2016

Lo escrito trasciende el chisme, aunque tenga que salir "juyendo" como hizo Caravaggio

Louis Hourticq, el historiador, sostiene que Caravaggio trastornó el arte, introdujo la humanidad cotidiana, irreverente, en el mundo del evangelio; logró conseguir una correspondencia entre la pintura y un pensamiento, unas ideas transgresoras, coherentes, más allá de un oficio, el manejo de unas destrezas o una técnica.

Hacia mediados de los ochentas, un asistente a una conferencia que Rosario Ferré dictó en el City College of New York le preguntó a la autora sobre la relación de unos personajes en una de sus novelas con una familia en Guayama, y ella contestó que no podía ayudarlo si él no había comprendido la novela.

Si no entiende, lea de nuevo. Si quiere saber más sobre los asuntos extra-literarios de la obra, mida el terreno, que no vaya a ser que el autor lo haga parte de otra obra o lo avergüence en público. No todos lo hacen. A José Donoso, después de la presentación de unos de sus libros en Nueva York, una de las compañeras de cena, Susan Sontag lo arrinconó con comentarios sobre las obras del autor chileno, y cuentan que el muy reservado autor calló y que se notaba en su cara la molestia, la incomodidad que se siente ante los imprudentes, los "metíos".

Cada obra, texto tiene su propia vida, y si quiere chismear sobre los mismos, lea la crítica o las biografías, pero no ponga al escritor a debatir en un foro público (dos personas o más) sobre la vida extra-literaria  del mismo, que si Caravaggio tuvo que huir, Donoso se pasmó y Ferré ser cortante; más atrevido fue Truman Capote, quien durante una conferencia en una universidad en la Florida, a uno de los asistentes que le preguntó al autor si era gay, el insidioso, bitchy, bien bitchy Capote respondió con otra pregunta: "¿Me estás invitando a una cita?" ("Is that a date"?").

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