Cada palabra era cumplida y sellada con un apretón de manos, y medidas las consecuencias; cada acto defendido, fuese un jíbaro que no supiese de letra, o ahora, un jíbaro contemporáneo con títulos que se siente deshonrado. La palabra se cumple, si no, la justicia del jíbaro es implacable, no transa.
La traición, la deshonestidad, las mentiras no se perdonan. Jugar con los valores de un jíbaro es exponerse a tener que pagar peligrosamente, sin importar vínculos, tiempo o espacio, pero pagas. Dicen los antropólogos, que el código de honor de los jíbaros puertorriqueños es muy parecido al de los sicilianos. Los datos comprueban esa tesis.
Saturday, September 17, 2016
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