Monday, July 27, 2020

CABRONES

“Cabrón”: dijo el joven poeta “urbano”. Eso dice él: “soy poeta urbano”. Se fijó en mi cara. “Dime, Gerardo, ¿qué tú crees del uso que nosotros le damos a la palabra cabrón? Te tiene que molestar”: continuó sin dejar que me recuperara de la para nada fácil locución cuando la usó por primera vez. “Cabrón”. 

Por dentro, estupefacto. Por fuera, mi muy flemático sentido didácticolingüísticoliterario de jíbaro madurado en los cerros isleños, el West Village, Loisaida y el Upper West Side niuyorkino, fiel defensor del español norteño, híbrido, cual música texmex, me llevó a discutir los distintos planos que servían para responder a esos nuevos y repetidos usos de una palabra, que pasó de ser un insulto a los cornudos para convertirse, a veces, en elogio; y en otros, rechazo reflexivo, un señalamiento pueril de una mal comportamiento; y a saber cuántos usos más tiene lo “cabrón”.

“Cabrón” es ahora un multisignificante; marca la diferencia entre los techies, milenials, la manada de tatuados que la forman (generación a la que pertenece el poeta urbano) y sus abuelos y padres, quienes representan a los amorosos de los sesenta, “peace, love brother”, de “usted y tenga”. 

Los sesentones, marcados por la contracultura a todo dar, empezaron a desmantelar la sexualidad ortodoxa y los absolutos de las luchas de clases, mas nunca rompieron la cadena del respeto lingüístico generacional. No dejaron de usar el usted con las personas mayores ni decían que un bues biftec encebollado estaba “cabrón”. 

No es que los techies sean irrespetuosos; es que tratan a todo otro de tú a tú y los ven como tipos “cabrones”. 

“Cabrones”, los calletreceros del ritmo, “atrévete, te, te”, crudos tutean a todo sin distinción de personas y sueltan lo “cabrón” como si fuese un “bendito boricua”, logrando que la persona mayor frente a ellos, quien disimuladamente siente “pachó” (mi generación fue la última en usar “pachó” en PR, of course, para referirse de forma informal cuando se siente vergüenza), pero, reservado como es, presenta una respuesta controlada, aunque el que lo llamen “cabrón’ levante ronchas y espante ojos. 

Vergüenza para esta generación se define con unos límites distintos a los de las anteriores.  El techie habla de tú a tú con una informalidad y confianza ausente del “discourse” de los ancianos “flower power babies”. No siente “pachó” cuando se dirige a un respetuoso, serio y algo huraño envejeciente (nombre que se usa en PR para designar a las personas de la tercera edad) que lo oye y recapacita ante las “cabronerías” de una generación llena de “cabrones”. 

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