Patidifuso quedé; en suspenso, asombrado, al borde del soponcio floripondiano cuando lo oí en una conferencia en Nueva York decir que él era el heredero de otro escritor puertorriqueño. Después del vahído, desvanecer sin poder controlar la segregación de la coherencia conceptual e histórica que hilbanaba la literatura boricua en mis adentros, decidí preguntarme: qué habrá heredado, sin confundir herencia con influencias.
No fue herencia histórica. Uno se crió entre las clases hacendadas blancas, cultura, lenguaje y gustos de criollo burgués, rodeado de retratos antiguos donde aparecen los parientes que una vez tuvieron esclavos. Incluso, puede que aquellos esclavos hasta fuesen ascendientes del otro, el que dice ser el heredero del descendiente de esclavistas.
Un estudio rápido de ambos autores revela que la herencia no fue tanto en los estilos o temas, distintos en cuanto a tendencias y contemporaneidad. Tampoco heredó el manejo libre y flexible de los asuntos estructurales de la oración o frase. En uno el lenguaje fluye con naturalidad, entrelazado, formando pasajes elegantes, reflejo de la comodidad del autor con el idioma; arrastra al lector sin éste darse cuenta. Su supuesto heredero trota con la escritura, tan trabajada, que hay que leerla por partes, producto de una mente que no siente el idioma culto como propio. Por cierto, cuando habla tambiên da la impresión de que está actuando, que no es su voz.
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