Tuesday, July 21, 2020

LA DESCOLONIZACIÓN BORICUA DE LOCAS Y CACHAPERAS, COTAS O PANTALONES (EN CAMINO)

“¿Es posible resignificar una palabra para reclamar una identidad?” (Gabriela Wiener: “Orgullo marrón”, NY Times, 07/21/2020)

La colonización no se limita a la simple toma de tierras o imposición de códigos y procedimientos. Lo que experimentan los miembros de una colonia no lo sufren/viven por igual todos los miembros de la sociedad colonizada. Se multiplica el efecto colonizador o filtra en distintos grados entre aquellos dentro de la colonia o en la metrópolis colonizadora que viven en los márgenes del poder: sean mujeres o grupos minoritarios raciales, lingüísticos, de orientación sexual, identidad de género. 

No es lo mismo en la colonia, ser una mujer lesbiana de modales hoscos, piel color negro, que un “blanquito” burgués criollo con apellidos reconocidos por la historia oficial. En Puerto Rico hace rato que el pueblo ha estado discutiendo -“el que tiene padrinos se bautiza”, “allá ellos que son blancos y se entienden”, “de ese lado, cafrolinas y de este, guaynabitos”, “o son de la loza o son jíbaros cerreros”- el tema de las procedencias, clases, colores y roles sociales; incluso, usados por algunos peritos en la materia para explicar cierto tipo de “actitud” hacia la política colonial de parte de un grupo u otro. Dicen que Loiza, el pueblo más afrocéntrico de Puerto Rico es el más comprometido con lograr que los EEUU hagan de Puerto Rico un estado federado; en concordancia con la mayoría del voto de los gays, quienes también apoyan la llamada “Estadidad”; Muñoz con su "jalda arriba y el jíbaro con su pava", apeló a la población del centro montañoso de la isla, con un fenotipo mediaticamente definido, usado para armar una idealizada coherencia racializada de lo puertorriqueño. 

Una vez los grupos al margen del margen entran en un proceso de liberación, sus tratados y planteamientos abordan y cuestionan las relaciones entre la metrópolis colonizadora y la colonia, incluyendo cómo estos grupos al margen del poder son influenciados o moldeados por las dinámicas coloniales, y las estructuras que sirven para excluirlos de la participación completa en los vaivenes de la dada sociedad. Entran en un análisis múltiple de las relaciones; llevan a cabo estudios que puede que sean hasta más complejos, interseccionados, que los explicados por los hombres boricuas heterosexuales blancos, descendientes directos de los colonizadores. Para un hombre gay el proceso de “liberación, cancelar cultura”  incluye la historia social a la par con la personal: cómo le afecta su forma de ver el mundo, su mundo inmediato y el de aquellos que los coloniza; desde afuera y desde adentro.

El hombre gay en Guayama que gusta de nombrar apellidos “de alcurnia pueblerina” para así desaciosarse de los gays menos élite de su pueblo; marcha proderechos de todo el mundo, sin él aceptar que la división de clases sabotea cualquier intento de otorgar derechos civiles en igualdad de condiciones, división que él promueve con su énfasis en estatus social, sin darse cuenta de sus contradicciones, y cómo bloquea el lograr un mundo mejor balanceado. 

Unos de los logros de las comunidades LBGTTI ha side hacer del lenguaje un foco de crítica, instrumento de subversión, de transformación. Dentro de los círculos LBGTTI palabras como "loquita" o "cachapera" cargan distintos significados, dependiendo del entorno, gestos e intención del hablante. Ante las diferencias en su uso, distintas respuestas de los entendidos en el tema y códigos. Una lesbiana que no está fuera del closet se refería a un grupo de jóvenes gays que asistieron a una reunión, como un grupo de “loquitas”. El tono delató el desprecio que ella sintió por aquellos hombres; desprecio que también se encuentra entre hombres gays cuando hablan con tono despectivo, cargado de un señalamiento vulgar hacia las lesbianas, refiriéndose a ellas como “cachaperas” con cierta burla, disgusto. Algo parecido se encuentra entre gays en Puerto Rico que no van a tal o cual bar porque no es de “su clase”, bares que para cualquier extranjero gay resultan ser tranquilos y nada peligrosos. La única razón para no ir es que a esos bares van los gays de clase trabajadora o de piel más obscurita. 

La alta tasa de suicidios entre jóvenes gays puede ser explicada en términos de la patología donde el “self hate”, sublimado o abiertamente expresado, forma parte del sentido de identidad que tienen los mismos; y en situación colonial ese joven gay no sólo se enfrenta a su sexualidad, tiene que enfrentarse a las historias e imágenes distorsionadas que la colonización presenta sobre sus otras identidades. La autoestima o sentido de historia no se limita a lo sexual, está matizada por el proceso histórico que vive el grupo al cual pertenece el homosexual colonizado. Tremenda tarea, a la que se enfrentan las lesbianas y hombres gays en la isla de los encantos, en la diáspora, dentro de la colonias geográficas e la interior y en la metrópolis colonizadora. 

Herodoto describió lleno de asombro a los alemanes que vestían pantalones en vez de cotas a lo romano; incluso, unos siglos más tarde, después de los suburbios de Roma ser tomados por los Vandalos y otra tribus germánicas, los romanos prohibieron el uso de pantalones entre los hombres. Las cotitas romanas, que no son las Mumu que visten las amas de casa boricuas, lograron poco. No pudieron colonizar por completo y los pantalones ganaron la batalla. Recuerden que los hombres romanos no querían ser parte del ejército, preferían ser ciudadanos cultos y  listos para el bacanal a ir a la guerra. Llegaron los mercenarios, y a saber.... 

No comments: