No es asunto del rock, mi colección lo comprueba, ni que vayas a un concierto; es que si a los diecisiete o hasta los veinte y pico andas detrás de bandas de rock, tras las glorias de los mismos, quieras aprisionar en tu cuerpo adolescente la sensación que provocan las guitarras, voces roncas, aullidos o gorjeos ymacsumacanos, es comprensible; que todavía a los sesenta y pico te pases de club en club, vestido y peinado como un hipster treintón, conversando sobre tal o cual rockero juvenil poco conocido fuera del mundo de los “fiebrús”; que vayas de bar en bar, “groupie wannabe”, siguiendo a una banda por las calles de Los Sures de Brooklyn evoca y continúa el legado de Disco Sally.
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