Cada poro sentía una mezcla de fuerzas internas: rechazos y deseos, odios y amores, que fueron convertidas en arte; en texto y figura; obra e idea. Pensó que Jesús o Buda o Teresa o Juana o Julia o René o Marx o Merkel sentían lo mismo con distintos resultados. Pensó que el Niño de Arena, Dorian Gray, Doña Bárbara, Jesusa, Jabibonuco vivieron lo mismo, expresiones distintas. Respiró profundamente, meditó, tranquilizó sus fuerzas internas, preparó unos macarrones con pollo a la puertorriqueña, con ajicitos dulces, recao y cilantro, ajo, mucho ajo para espantar maleficios, cebolla blanca y pimiento morrón, salsa y achiote; y se llenó la panza para calmar el genio creador.
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