Escrito está su borrador. No lo encuentro. Busco en los cajones, gavetas, libretas, discos de la desechada computadora, archivos en el último dispositivo. Obceco. Sudo. Enfurezco. Maldigo a todos los culpables: mi madre, mi padre, mi hermano, mi abuela, la antigua decana, la culebra colega, mi pretendiente extraviado, por haberme desviado de mi poema El Bosque y lo que en él y a través de él quería conocer: qué siente un homosexual cuando explora una vagina. Pues claro, que con El Bosque poetizo la vagina negra, obscura, siniestra, abultada, húmeda, olorosa, creativa, gestora de hombres y mujeres, ladillas y gérmenes, bacterias y hongos, fetos y bebės, rechazos e integraciones. El Bosque me atrae, lo busco y no lo encuentro. Hoy es muy tarde; seguiré mañana en busca de ese poema perdido.
Thursday, July 19, 2018
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